Conocida como miel de mielada, mielato, miel de rocío, miel salvaje o de bosque, ésta marca una diferencia notable con las florales. Para su elaboración las abejas se sirven, en lugar del polen recolectado, de algo tan curioso como las secreciones de pulgones, cochinillas y otros
insectos chupadores de savia que normalmente parasitan en
pinos, abetos, encinas, alcornoques y algunos arbustos. Suele ser de
color muy oscuro, se solidifica con dificultad y a menudo desprende un olor especiado, resinoso.
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