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MANZANEDA DE OMAÑA: - Imagen: Mateusz Atroszko -...

- Imagen: Mateusz Atroszko -
Conocida como miel de mielada, mielato, miel de rocío, miel salvaje o de bosque, ésta marca una diferencia notable con las florales. Para su elaboración las abejas se sirven, en lugar del polen recolectado, de algo tan curioso como las secreciones de pulgones, cochinillas y otros insectos chupadores de savia que normalmente parasitan en pinos, abetos, encinas, alcornoques y algunos arbustos. Suele ser de color muy oscuro, se solidifica con dificultad y a menudo desprende un olor especiado, resinoso. La variedad que procede de pinares se distingue por un peculiar sabor a pino, y es muy apreciada por su uso medicinal en la Europa oriental y en Turquía.

Rosa Ana Pérez, Lucía Vela y Cristina de Lorenzo, del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA), han publicado en la revista Journal of the Science of Food and Agricultura un estudio encaminado a determinar qué tipo de miel posee más propiedades antioxidantes. Los resultados descubren que, en este aspecto, la miel de mielada dobla a todas las demás.

Un néctar saludable
Son incontables los estudios epidemiológicos que vinculan el consumo de antioxidantes, a través de una dieta basada en frutas y verduras, con la prevención no sólo de enfermedades vasculares, sino también de cáncer o diabetes.

Respecto a la miel, lo último en anunciarse son sus propiedades prebióticas y un estudio de la Universidad de Purdue (West Lafayette, Indiana), que asegura que la combinación de miel con suplementos cálcicos aumenta la reabsorción mineral de los huesos y garantiza su metabolismo. Pero el trabajo del IMIDRA con miel de mielada introduce una variante importante en los beneficios que se suponen al dulce néctar. El origen de la miel o la forma en la que las abejas la hayan elaborado puede tener mucho que ver con sus propiedades.

La miel proporciona un mejor funcionamiento de riñones e intestinos, favorece la actividad del cerebro e inhibe ciertas bacterias
Pérez y el grupo de investigación estudiaron, en realidad, 36 mieles distintas, compararon sus efectos y hallaron que sólo una despuntaba de todas las demás en cuanto a propiedades antioxidantes. La capacidad de las distintas mieles para eliminar radicales libres del torrente sanguíneo se fijó en una media del 28,7%, pero sólo la miel de mielada exhibió un 66,8%. Los componentes de naturaleza antioxidante identificados en la miel son los fenoles, el ácido ascórbico, la glucosa-oxidasa, la catalasa y la peroxidasa. Entre todos estos componentes, la parte dura del trabajo parece recaer principalmente en los fenoles.

Se trata de un producto fácilmente digerible, ya que las moléculas de azúcar de la miel se transforman con facilidad en otros azúcares. Se dice que su consumo regular ayuda a un mejor funcionamiento de riñones e intestinos. Se difunde rápidamente a través de la sangre, constituyendo una fuente de energía de efecto inmediato (con agua tibia tarda sólo siete minutos). Sus monosacáridos favorecen la actividad del cerebro, el órgano que más azúcar consume. La miel ejerce un efecto inhibitorio contra las bacterias. Su elevado contenido en azúcares imita la cantidad de agua que los microorganismos necesitan para crecer. También su bajo pH y su peculiar composición química privan a las bacterias del nitrógeno necesario para su reproducción.

Por si fuera poco, la miel es rica en minerales como magnesio, potasio, calcio, sodio, cloro, azufre, hierro y fosfatos. Contiene vitaminas B1, B2, C, B6, B5 y B3, variando en cantidades según las cualidades del néctar y el polen del cual proviene.

Con aplicaciones tópicas
En aplicación tópica, la viscosidad de la miel proporciona una barrera protectora que impide que las heridas se infecten. Suministra un ambiente húmedo cicatrizante que permite que las células de la epidermis se regeneren a través del surco de la herida con la superficie de la misma, impidiendo así la deformación de la piel. La miel también estimula la formación de nuevos vasos capilares y el crecimiento de los fibroblastos que reemplazan el tejido conectivo en las capas más profundas de la piel, así como da pie a la producción de fibras de colágeno, que fortalecen la reparación del tejido.

De esta forma, una cataplasma con miel impide la formación de costras y tejido fibroso, de manera que se previene la necesidad de injertos de piel, incluso en heridas de cierta envergadura. Pese a su aspecto, la miel no se pega a los tejidos heridos sobre los que se aplica, por lo que no se arrancan tejidos nuevos ni hay dolor cuando se cambian los vendajes.