Ana María de la Trémouille (o de La Trémoïlle) nació en Francia en 1642, hija de Luis II de La Trémouille, duque de Noirmoutier -quien participó activamente en las revueltas de la Fronda francesa- y de Renata Julia Aubry. A la tierna edad de 16 años es casada con Adrien Blaise de Talleyrand, príncipe de Chalais y marqués d'Excideuil, de mala situación económica. Se trasladaron a España y luego a Italia (Venecia) en 1663, tras un célebre duelo que desafió las leyes que lo prohibían terminantemente. En 1670 Ana María quedaría viuda, sin hijos y más endeudada que cuando contrajo matrimonio (su marido contrajo la peste y falleció en la localidad veneciana de Mestre).
Pero, prontamente comenzó a buscar un nuevo esposo que, obviamente, fuese un poco más solvente. Así, en 1675 contrae segundas nupcias con el gran aristócrata romano Flavio degli Orsini, duque de Bracciano, conocido como Príncipe Orsini, de quien tomaría el apellido con el cual se haría famosa.
Durante esta época residió largo tiempo en Italia y en Roma conoció al cardenal Portocarrero, con quien entabló una fuerte amistad. Sin embargo, la vida tenía preparada para la Princesa otras aventuras más intensas e interesantes, que ser una noble italiana más. Para su desgracia, en 1698, moría el Príncipe Orsini, quedando viuda nuevamente y sin descendencia, a los 56 años, y enfrentándose a una herencia patrimonial amenazada por los acreedores.*
Una francesa de apellido italiano gobierna España
Volvió a Francia donde comenzó a frecuentar los círculos cortesanos, buscando mejorar su situación. Trabó amistad con madame de Maintenon, quien la recomendó a Luis XIV para camarera de la nueva reina de España, María Luisa de Saboya. Pero al Rey Sol, la idea no le convencía, pues prefería a los españoles para desempeñar esos cargos "Tachez –había dicho a su nieto- que vos vicerois, gouverneurs et autres soient espagnols et tenez tous les français dans l’ordre" (Intentad que vuestros virreyes, gobernadores y otros sean españoles y mantened a los franceses en el orden). Finalmente, madame de Maintenon, la duquesa de Noailles y el cardenal Portocarrero influyeron en el ánimo del rey francés. Sin duda este último fue quien más influjo tuvo sobre la decisión, pues argumentó que, el tener a la Princesa de los Ursinos en la corte española sería ventajoso para Versalles y que al no tener ésta familia ni apoyo en España "no trabajaría más que para ella" y no actuaría de acuerdo a dictados de parientes intrigantes, como sí podría hacerlo una española.
En definitiva, la de los Ursinos fue nombrada Camarera Mayor de la reina de España y se encontró con ella en Niza el 27 de septiembre de 1701. De inmediato, ambas mujeres, trabaron amistad. Seguro los encantos de la Princesa cayeron bien a la de Saboya, encantos que retrata muy bien Saint-Simon; su conversación cautivadora y divertida, su elocuencia personal que seducía con su manera de hablar. Técnicas cortesanas propias de una francesa noble de aquellos años, pero no hay que olvidar, que no sólo poseía encantos naturales, sino que, mucho de eso lo debía a que había viajado demasiado, conocía a gente interesante y sin lugar a dudas había leído más que cualquiera madame de las que frecuentaba Versalles.
A Ana María, la dominaba el deseo de gobernar; hábil para los negocios políticos, intrigante y con una intuición sobrehumana para manejar las circunstancias a su antojo. No se detenía mucho en los medios, sino en los fines, amiga de sus amigos y enemiga peligrosa de quienes no contaban con su gracia, todos esos atributos la convertían en una mujer de armas tomar y decidida en extremo.
El Rey Sol podía sentirse más tranquilo en su palacio real con la Ursinos instalada en Madrid, era la consejera política del nuevo rey español, paño de lágrimas de la pareja, demostrando que no sólo se le permitía inmiscuirse en los asuntos públicos, sino que también en los privados. La Princesa, con sus encantos, se ganó la confianza de los reyes españoles.
Pero, prontamente comenzó a buscar un nuevo esposo que, obviamente, fuese un poco más solvente. Así, en 1675 contrae segundas nupcias con el gran aristócrata romano Flavio degli Orsini, duque de Bracciano, conocido como Príncipe Orsini, de quien tomaría el apellido con el cual se haría famosa.
Durante esta época residió largo tiempo en Italia y en Roma conoció al cardenal Portocarrero, con quien entabló una fuerte amistad. Sin embargo, la vida tenía preparada para la Princesa otras aventuras más intensas e interesantes, que ser una noble italiana más. Para su desgracia, en 1698, moría el Príncipe Orsini, quedando viuda nuevamente y sin descendencia, a los 56 años, y enfrentándose a una herencia patrimonial amenazada por los acreedores.*
Una francesa de apellido italiano gobierna España
Volvió a Francia donde comenzó a frecuentar los círculos cortesanos, buscando mejorar su situación. Trabó amistad con madame de Maintenon, quien la recomendó a Luis XIV para camarera de la nueva reina de España, María Luisa de Saboya. Pero al Rey Sol, la idea no le convencía, pues prefería a los españoles para desempeñar esos cargos "Tachez –había dicho a su nieto- que vos vicerois, gouverneurs et autres soient espagnols et tenez tous les français dans l’ordre" (Intentad que vuestros virreyes, gobernadores y otros sean españoles y mantened a los franceses en el orden). Finalmente, madame de Maintenon, la duquesa de Noailles y el cardenal Portocarrero influyeron en el ánimo del rey francés. Sin duda este último fue quien más influjo tuvo sobre la decisión, pues argumentó que, el tener a la Princesa de los Ursinos en la corte española sería ventajoso para Versalles y que al no tener ésta familia ni apoyo en España "no trabajaría más que para ella" y no actuaría de acuerdo a dictados de parientes intrigantes, como sí podría hacerlo una española.
En definitiva, la de los Ursinos fue nombrada Camarera Mayor de la reina de España y se encontró con ella en Niza el 27 de septiembre de 1701. De inmediato, ambas mujeres, trabaron amistad. Seguro los encantos de la Princesa cayeron bien a la de Saboya, encantos que retrata muy bien Saint-Simon; su conversación cautivadora y divertida, su elocuencia personal que seducía con su manera de hablar. Técnicas cortesanas propias de una francesa noble de aquellos años, pero no hay que olvidar, que no sólo poseía encantos naturales, sino que, mucho de eso lo debía a que había viajado demasiado, conocía a gente interesante y sin lugar a dudas había leído más que cualquiera madame de las que frecuentaba Versalles.
A Ana María, la dominaba el deseo de gobernar; hábil para los negocios políticos, intrigante y con una intuición sobrehumana para manejar las circunstancias a su antojo. No se detenía mucho en los medios, sino en los fines, amiga de sus amigos y enemiga peligrosa de quienes no contaban con su gracia, todos esos atributos la convertían en una mujer de armas tomar y decidida en extremo.
El Rey Sol podía sentirse más tranquilo en su palacio real con la Ursinos instalada en Madrid, era la consejera política del nuevo rey español, paño de lágrimas de la pareja, demostrando que no sólo se le permitía inmiscuirse en los asuntos públicos, sino que también en los privados. La Princesa, con sus encantos, se ganó la confianza de los reyes españoles.
Hoy gracias a ti y a Tavines llevo media hora leyendo. Muy interesantr Tirso. Que nose te olvide decirme quien encontro " mi herencia" jiujiujiu