«Si alguien toca mejor, que suba»
Salvador González, el veterano acordeonista de Villanueva, fue ayer homenajeado por la comarca entera con el título de ‘Omañés del año’, recibido con gran orgullo
e. gancedo | león 05/08/2011
«No, hombre, no, yo no merezco todo esto», decía el día anterior Salvador González, el incansable acordeonista que durante décadas —y lo sigue haciendo, de cuando en cuando— fue el alma de todas las fiestas y romerías comarcanas interpretando cientos de veces las jotas, los bailes chanos, los valseaos, los pasodobles y los tangos solicitados por el respetable. Ayer, el numeroso público reunido en el salón del Ayuntamiento de Murias de Paredes convenció a Salvador de que sí se merecía el premio de Omañés del Año que cada año se concede dentro de las actividades culturales organizadas por el Instituto de Estudios Omañeses.
El músico, que toda la vida se dedicó a la labranza —«la mi academia fue la cuadra», sostiene, rotundo—, se metió al público en el bolsillo desde el primer momento. «Si alguien toca mejor que yo, que suba», dijo, para diversión de todos los presentes. Una vez que el presidente del I. E. O., David Álvarez Cárcamo, le hizo entrega del título, Salvador González tocó algunas de sus canciones más características, como el baile chano típico de la zona —se lanzaron a bailarlo, de inmediato y sin dudarlo, varios de los presentes— y jotas como (la apoteosis se vivió justo en la parte en la que se dice que ‘lo mejor de España es León, y lo mejor de León, Omaña), entre otras. El teniente de alcalde de Murias, además, le colocó la insignia del Ayuntamiento.
A continuación, el escritor lacianiego Julio Álvarez Rubio pronunció la conferencia, en la que defendió la necesidad de conservar no sólo las leyendas y mitos de la zona, insustituible fuente de conocimiento histórico y antropológico, sino también los nombres autóctonos de lugar, prados, cuetos, biescas, etc., «si un sitio se llama El Llao, pues que siga llamándose así», por las pistas filológicas, relacionadas con el patrimonio lingüístico leonés, y naturales, que ofrecen.
Salvador González recordó cómo empezó, con 14 ó 15 años, a «salir por los pueblos» acompañado de su hermano. «Yo iba copiando de él, que sabía algo, y así íbamos aprendiendo canciones, todas de oído, yo música no estudié nunca». Lo compensó con el talento y la humanidad.
Salvador González, el veterano acordeonista de Villanueva, fue ayer homenajeado por la comarca entera con el título de ‘Omañés del año’, recibido con gran orgullo
e. gancedo | león 05/08/2011
«No, hombre, no, yo no merezco todo esto», decía el día anterior Salvador González, el incansable acordeonista que durante décadas —y lo sigue haciendo, de cuando en cuando— fue el alma de todas las fiestas y romerías comarcanas interpretando cientos de veces las jotas, los bailes chanos, los valseaos, los pasodobles y los tangos solicitados por el respetable. Ayer, el numeroso público reunido en el salón del Ayuntamiento de Murias de Paredes convenció a Salvador de que sí se merecía el premio de Omañés del Año que cada año se concede dentro de las actividades culturales organizadas por el Instituto de Estudios Omañeses.
El músico, que toda la vida se dedicó a la labranza —«la mi academia fue la cuadra», sostiene, rotundo—, se metió al público en el bolsillo desde el primer momento. «Si alguien toca mejor que yo, que suba», dijo, para diversión de todos los presentes. Una vez que el presidente del I. E. O., David Álvarez Cárcamo, le hizo entrega del título, Salvador González tocó algunas de sus canciones más características, como el baile chano típico de la zona —se lanzaron a bailarlo, de inmediato y sin dudarlo, varios de los presentes— y jotas como (la apoteosis se vivió justo en la parte en la que se dice que ‘lo mejor de España es León, y lo mejor de León, Omaña), entre otras. El teniente de alcalde de Murias, además, le colocó la insignia del Ayuntamiento.
A continuación, el escritor lacianiego Julio Álvarez Rubio pronunció la conferencia, en la que defendió la necesidad de conservar no sólo las leyendas y mitos de la zona, insustituible fuente de conocimiento histórico y antropológico, sino también los nombres autóctonos de lugar, prados, cuetos, biescas, etc., «si un sitio se llama El Llao, pues que siga llamándose así», por las pistas filológicas, relacionadas con el patrimonio lingüístico leonés, y naturales, que ofrecen.
Salvador González recordó cómo empezó, con 14 ó 15 años, a «salir por los pueblos» acompañado de su hermano. «Yo iba copiando de él, que sabía algo, y así íbamos aprendiendo canciones, todas de oído, yo música no estudié nunca». Lo compensó con el talento y la humanidad.