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MANZANEDA DE OMAÑA: Hola! Menuda información. Me he pasado un buen ratin...

Ya algo mayor si oí decir en Vega que algunos vecinos eran o habían sido rojos. No estoy seguro que ninguno de ellos hubiera tomado este partido en la guerra, pues de haber sido así seguro que no les habrían dado la oportunidad de que yo les conociera. Estarían bien muertos. Probablemente les asignaban ese color ideológico por el simple hecho de que no iban a Misa o puede que, efectivamente, como habían sido rojos matacuras no pisaban la iglesia.

Mientras los demás cumplíamos con el precepto en la iglesia los domingos por la mañana, Manolón y Celesto “el Asturiano” conversaban sentados en el muro de la huerta de Nela, a la sombra del enorme negrillo que había al borde de la carretera, a la salida del puente del río Baltaín. Creo que no había gente más calmada y pacífica en todo el pueblo que aquellos dos hombres, pero les habían asignado la etiqueta de rojos por estas tertulias en hora de estar en Misa. Celesto “el Asturiano” tenía su casa enfrente de la iglesia y se decía que había enseñado al burro para que ronase (rebuznase) justo cuando el cura elevaba la Hostia consagrada. No se me alcanza como el burro controlaba la duración del sermón de don Eloy que a veces, de tan encendido, se extendía hablando escandalizado de como chicos y chicas del pueblo nos bañábamos juntos en el río como si fuéramos ranas y ranos, para rebuznar justo en el momento de la elevación. Quizá los cánticos le daban la pista al burro de por donde iba el cura o que fuera el tintineo de las campanillas con las que el monaguillo pedía recogimiento para el momento culminante del rito. Y claro, con un burro tan irreverente, el dueño no podía por menos que ser un comunista redomado. Lógica aplastante. Y durante toda la misa, los parroquianos más pendientes del quejío del burro que del sermón.

Manolón pasaba por ser el rojazo mayor del pueblo. Decían que cuando llegó el momento de cobrar la pensión de jubilación, la rechazó por ser consecuente con su ideología que le impedía tomar nada que viniera de Franco. Otros me han dicho que no era rojo, sino que tenía un rencor enorme hacía los vencedores de la contienda porque habían fusilado a un hermano suyo. Y que su hermano Utavio, que no se sabía cuando había hecho un saludo con el puño en alto, se salvó de milagro escondiéndose en el pajar de Urbano donde le buscaron clavando bayonetas en la yerba para que saliese. El pobre Utavio, que era un alma de Dios.

De todo lo anterior, que más parece las historietas que protagonizaban el cura don Camilo y el alcalde comunista don Pepone de la novela de Guareschi, no se puede deducir como fueron las cosas durante la Guerra Civil en estos pueblos omañeses. El tiempo y la larga convivencia posterior hace que setenta y cinco años después, todo esté difuminado y pueda afirmarse tanto una cosa como la contraria. Lo único evidente es que la gente de mi edad vivíamos en la mayor ignorancia de lo que había pasado muy pocos años antes de nacer.

Estas son las anécdotas, pero la realidad debió ser mucho más cruda. Algo he leído que apunta a que, como en otros muchos lugares de León, también en las cunetas de por allí hay cuerpos de personas que murieron antes de tiempo y de forma violenta a causa de sus ideas, esperando que alguien los rescate para ser enterrados por sus familias. El paraíso que para mi supuso aquella zona de Omaña cuando era niño, probablemente solo unos años antes era una tierra tan áspera que las ideas resultaban mortales.

Ya mayor, cada vez que familiares de desaparecidos reclaman algo de ayuda para recuperar sus restos, he visto que se monta la gran algarabía de los que argumentan que no deben abrirse de nuevo las viejas heridas, cuando lo único que se pretende es abrir las cunetas para zanjar un asunto tan antiguo. Debemos ser el único país que, en vez de levantar la tierra de las fosas de los fusilados, prefiere echarla sobre un asunto tan turbio. Ojalá que la jueza argentina María Servini que está investigando lo sucedido, supla la desidia e hipocresía de nuestros políticos y la inhibición de tantos jueces que deberían estar más atentos a las numerosas peticiones de los familiares de personas desaparecidas.

(Seguramente, las cosas sucedieron casi tal como las recuerdo. De las sensaciones no tengo duda.)

http://lembranzas. wordpress. com/2013/10/10/por-aqui-no-pas o-la-guerra/

Hola! Menuda información. Me he pasado un buen ratin para leerlo. Muy bien. Besines para tod@s