LEYENDA
GABRIELA
Cuentan antiguas historias,
que se tienen por muy ciertas,
que en un tiempo muy remoto,
del que ya nadie se acuerda,
en un pueblito de Omaña,
cuyo nombre es Manzaneda,
vivía con su marido,
una anciana montañesa,
ambos de oficio pastores,
en las faldas de la sierra,
tenían solo una hija,
que se llamaba Gabriela,
mocita bien parecida,
ágil graciosa y discreta,
de voz clara y penetrante,
tan agradable y tan fresca,
que alegraba las montañas,
con sus lindas cantinelas,
y daba gusto el oírla,
cuando cantaba en las fiestas.
Los dos viejos montañeses,
gente sencilla y modesta,
dueños de un corto rebaño,
y de escasas sementeras,
iban pasando la vida,
en medio de su pobreza,
sin tener comodidades,
y sin ambiciones necias,
contentos con el producto,
del ganado y las cosechas,
con alegría en la casa,
y la paz en la conciencia,
pero en medio del contento,
que reinaba en las aldeas,
cuando menos lo esperaban,
llego la terrible prueba,
que cambio las alegrías,
en dolores y tristezas.
GABRIELA
Cuentan antiguas historias,
que se tienen por muy ciertas,
que en un tiempo muy remoto,
del que ya nadie se acuerda,
en un pueblito de Omaña,
cuyo nombre es Manzaneda,
vivía con su marido,
una anciana montañesa,
ambos de oficio pastores,
en las faldas de la sierra,
tenían solo una hija,
que se llamaba Gabriela,
mocita bien parecida,
ágil graciosa y discreta,
de voz clara y penetrante,
tan agradable y tan fresca,
que alegraba las montañas,
con sus lindas cantinelas,
y daba gusto el oírla,
cuando cantaba en las fiestas.
Los dos viejos montañeses,
gente sencilla y modesta,
dueños de un corto rebaño,
y de escasas sementeras,
iban pasando la vida,
en medio de su pobreza,
sin tener comodidades,
y sin ambiciones necias,
contentos con el producto,
del ganado y las cosechas,
con alegría en la casa,
y la paz en la conciencia,
pero en medio del contento,
que reinaba en las aldeas,
cuando menos lo esperaban,
llego la terrible prueba,
que cambio las alegrías,
en dolores y tristezas.