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MANZANEDA DE OMAÑA: I. Herrera | 03/04/2015 A A...

I. Herrera | 03/04/2015 A A

El hombre al pueblo, la mujer a la ciudad
Ruiforco de Torío La provincia cuenta con más féminas que varones, pero la proporción se invierte si se presta atención sólo a los municipios con menos de mil habitantes
Entiéndase como pueblo todos aquellos municipios que no alcanzan el millar de habitantes. Dicho esto, y con datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) en la mano, se puede afirmar que el hombre leonés tira al pueblo, mientras la mujer se siente más atraída por el asfalto.

La población de León, además de envejecida, es mayoritariamente femenina. De los 484.694 habitantes que según el último padrón oficial tiene la provincia, 248.157 son mujeres y 236.537 hombres, casi 12.000 féminas más que varones. Pero la proporción se invierte si nos centramos en los 172 municipios que no suman, entre todas sus localidades, el millar de habitantes. Estos territorios dan cobijo a 65.806 habitantes leoneses, más leoneses que leonesas, 3.526 más.

El 86,4% de la población de la provincia se concentra en los 39 de los 211 municipios que tienen más de mil habitantes ¿Por qué los pueblos atraen más a los hombres y las ciudades a las mujeres? Habrá sin duda multitud de factores, pero los que esgrimen los propios protagonistas son bastante simples. «Yo aquí estoy entretenido con mi huerta, mi partida, mis paseos, y mi mujer, en cambio, en León que si va a la peluquería, a tomar café con las amigas...». Así al menos lo entiende Anastasio, que se reparte el año entre el piso de la capital y la casa de Ruiforco. Son poco más de las once de la mañanay ya está de vuelta del paseo. Ha salido a aprovechar el buen día con su perra Zara, la guardiana de la residencia rural. Su mujer y su hija han ido a hacer recados a León –pone cara de querer decir: «como te digo, en cuanto pueden se van a la ciudad»– y él se dispone a ponerse a trabajar un poco la tierra. A modo de hobby, sin prisa, tomándose su tiempo para contemplar cómo está el huerto e imaginarse cómo estará, tomarse un descanso... Se adapta a los ritmos del campo sin mayor problema, siempre acompañado de Zara. Disfruta en Ruiforcos y ahora que está jubilado viene a menudo a pasar temporadas con su mujer, pero temporadas. «Ahora ya vendremos más, a parte de que ya no hace tanto frío, dentro de poco el huerto empezará a exigir más cuidados...».

Lo cierto es que por las calles de esa localidad y otras de alrededor lo que cuesta no es encontrar hombres o mujeres, si no gente en general. En la ventana de una casa hay una mujer aprovechando la luz natural para maquillarse. No vive aquí, sino en Barcelona, pero viene dos veces al año, en verano y en Semana Santa, a pasar unos días. «El pueblo me gusta, pero vivir aquí no, en Barcelona están mis hijos, y allí tengo mi vida, aquí todo el año no aguantaría...». Esta frase se repetirá en más de una ocasión... Ellos, en cambio, parecen encontrar más entretenida la calma de los pueblos y menos inconveniente la falta de servicios que presentan muchos de ellos.

Yo aquí estoy entretenido con mi huerta, mis paseos... y mi mujer, en cambio, en León que si va a la peluquería, a tomar café... El 86,4% de la población de la provincia se concentra en los 39 de los 211 municipios que tienen más de mil habitantesEl padrón del INE permite dibujar la realidad en forma de números. El lienzo es la provincia de León, con algo más de 484.000 habitantes. Visto en conjunto, predomina el género femenino, pero bajando al detalle, su reparto es bastante desigual. Ya es despropocionado que el 86,4% de la población se concentre en 39 de los 211 municipios en los que se reparte la provincia, concretamente en los 39 que registran más de mil habitantes. Los otros 172 (municipios, porque en número de pueblos son muchos más) sirven de hogar a apenas 65.800 leoneses, y en este caso, sobre todo hombres, el 52,7%.

«Los pueblos, para pasar un día de vez en cuando», contesta Sara que peleó mucho con su marido por quedarse a vivir en León aunque terminó cediendo, eso sí, cuando se quedó sola volvió a la capital. «Aquí estoy mucho más distraída, salgo con mis amigas, voy a la compra, a clase, al bingo... En el pueblo (una pequeña localidad del Páramo leonés) qué voy a hacer, si yo además ni tengo carné de conducir ni coche ni nada, allí me aburro, me siento encerrada. A mi marido porque le gustaba mucho el pueblo y, bueno, por él...». Azucena, la amiga que le acompaña, le dice que no la entiende, que ella no se iría a vivir a un pueblo «ni de loca, con la de cosas que hay para hacer en León, no, no, no, no».

Y así, satisfechas sobre el asfalto, Sara y Azucena cogen la avenida Ordoño II para ir a encontrarse con el resto de la ‘pandilla’, «vamos a tomarnos jugar unos cartones. Mira, eso en el pueblo no lo podríamos hacer», y se despiden riendo.

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