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MANZANEDA DE OMAÑA: Manolo González...

Manolo González

A estas alturas pocos recordarán que al lado de la casa de mis abuelos en Vegarienza estaba el mayor conjunto de casas tipicamente omañesas del pueblo, aún techadas con paja, pues la mayor parte del resto de tejados habían ido sustituyéndose por teja o losa seguramente a golpe de incendio. Enfrente, al otro lado de la carretera, estaba el pajar de Urbano, cuya parte baja servía de corte de las ovejas y de tiempo en tiempo veíamos como un techador reponía la paja en las partes más necesitadas, del que hoy solo se han librado un par de esquinas de la remodelación de la carretera; ya en el arranque del camino de Sosas estaba la casa de Nela con techo de teja en la vivienda y de paja en cuadra y pajar anexos, que vi arder en una de las majas y ayudé a apagar participando en la cadena humana que pasaba de mano en mano los cubos de agua que se llenaban en el río; a continuación y separada del Baltaín por un estrecho camino estaba la casa de Urbano, toda ella con techo de paja; separada de la casa de Urbano por un estrecho cañal que subía hacía las peñas, estaba la Casa Vieja donde tío Baldomino guardaba las cabras, ovejas y vacas. Tras las portonas había una amplia zona techada con paja donde se guardaba el carro, el arado y otros aperos de labranza, había una cuadra para las vacas y el resto era un corral descubierto y en declive, siguiendo la pendiente de la cuesta, y donde afloraban algunas peñas medio enterradas por las cagalitas de ovejas y cabras que campaban a sus anchas por todo el corral. En el lugar que ocupaba la Casa Vieja se construyó años más tarde la casa de tío Baldomino y tía Blanca.

Cuando llegaba con mi familia en el autobús de la tarde para iniciar el largo veraneo omañés, tras los saludos apresurados a tíos, primos y abuelos y la visita de rigor al río para verificar que todo seguía en orden y que mantenía el buen pulso necesario para hacer que las piedras planas rebotaran sobre el agua hasta saltar por encima de la presa del molino, salía zumbando hacía la Casa Vieja donde estaba seguro que encontraría al primo Manolo recontando las ovejas y cabras por si le faltaba alguna. Tras muchos meses sin vernos, Manolo era la persona que más me apetecía ver pues para mí era lo más parecido al primo de Zumosol.

Creo que Manolo era el anterior a Estela por lo que debía ser unos tres o cuatro años mayor que yo, lo que desde la perspectiva de mis ocho o nueve años me hacía verle como muy mayor, ágil, fuerte y experto en todo lo que había que saber en el pueblo sobre animales y tareas campesinas. Ya se habían marchado a trabajar fuera sus hermanos Paco, Aurora y Mari. Julio y Palmira llevaban el peso de las tareas de la casa y las fincas y a Manolo, que acababa de iniciar la adolescencia, ya se le encomendaban tareas casi de hombre pues tenía la experiencia y la fuerza necesarias. Era un tío avispado, con el rostro afilado como su padre, el tío Baldomino, moreno y fibroso, impaciente, de genio muy vivo y risa franca.

La ascendencia de Manolo sobre mí provenía no solo porque era algo mayor que yo y lo veía como el líder natural, sino que era de una generación anterior. En realidad era primo de mi madre y de vez en cuando salía en las conversaciones con Manolo y sus hermanas algo menores, quizá para establecer el grado de importancia de cada cual, que ellos eran tíos segundos míos. Y así era en realidad. Su padre Baldomino era el hermano menor de los González, la familia de mi abuela, Manolo, Estela, Inés y Anita tenían una edad muy próxima a la mía, yo era el nieto mayor de mi abuela, y además las dos familias convivimos durante años en la casa de mis abuelos con la familiaridad y complicidad típica entre primos.