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MANZANEDA DE OMAÑA: En varios documentos de Internet se habla de un “documento...

En varios documentos de Internet se habla de un “documento de Leodegundia” que dice, “Y después de pasar por Guisatecha y de rezar en la ermita de Sta Colomba y junto a Benal, que son de D. Guisvado, descansamos en el monasterio de Vegarienza”. Juntando las abundantes piedras, que parecen sugerir pertenecieron a edificaciones distintas a una casa campesina, con estas desinteresadas referencias y a la espera de posteriores confirmaciones, podría empezarse a considerar que en Vegarienza hubo algún tipo de congregación religiosa.

Quizá tanto lugar de culto haya dejado flotando en el aire un cierto ambiente de misticismo que sería el que indujo a la frutera de Vega a recorrer una Semana Santa las peñas que van desde su casa (yendo pueblo arriba la siguiente a la de Isaac) hasta la Peña del Garabato, cerca del El Castillo, realizando un viacrucis paralelo al oficial que don Abundio oficiaba en la iglesia. La recuerdo con una corona de zarzas colgada del cuello que de vez en cuando acariciaba con las manos, y con todos sus hijos pequeños detrás de ella colocando cruces por las peñas con las que iba marcando las catorce estaciones. Uno de los hijos, con las entendederas más en su sitio que su pobre madre, la acompañaba con manifiesta mala gana lo que provocaba que la frutera le recriminara así (esto me lo recuerda Ana) “Maldito Cirineo que no quiere ayudarme a llevar las cruces“.

La especial colocación del campanario quizá tenga que ver con la necesidad de avisar a las tres comunidades religiosas de los actos litúrgicos que se desarrollaban en la iglesia. Sin ánimo de contribuir a esta fantasía se puede ver que los tres conventos forman un triángulo en el que el campanario pudiera ocupar un punto singular de los que acostumbran a tener los triángulos, pues ya se sabe que la ubicación de ermitas, cenobios, catedrales, conventos y otros lugares de culto no es caprichosa y siempre hay detrás alguna explicación mágica o más trascendente. Propongo a los tertulianos en casa Selima, donde por cierto comimos una cecina que a mí me pareció la más en su punto que he comido nunca, entre trago y trago y las reflexivas pausas a que obliga engullir cada viruta de cecina, y auxiliándose del Googlemaps de sus smartphons que ya son artilugio corriente, intenten dilucidar si el campanario ocupa el baricentro, el circuncentro, el incentro o el ortocentro del triángulo formado por la casa de Tomasín, la casa de Santos y la casa de Maruja. Raro sería que no coincida con alguno de ellos. Yo a simple vista me inclinaría por el baricentro.

Me marcho de Vega con la sensación de que tres conventos para un pueblecito que nunca tuvo más de cuarenta casas quizá sean demasiados. Pero no creo que lo que he oído estos días tenga menos enjundia y fundamento que las cosas que nos cuentan cuando vamos de excursión a cualquier otro rincón del país. Lo que si sucede es que quizá el carácter omañés es menos dado a presumir de lo suyo que otros pueblos y que estas elegantes piedras han quedado subsumidas en el olvido hasta que un derrumbe o una reforma las ha sacado a la luz. Paradigma de lo poco que importan en estas tierras sus ilustres piedras y monumentos, es que parte de las piedras del castillo de Benal fueron utilizadas a finales del siglo XIX como piedra machacada cuando se construyó la carretera que pasa al pie de sus maltrechas murallas.

Me han dicho que ahora intentan promocionar un viejo camino de Santiago, que fue muy transitado por los peregrinos hasta que quedó en desuso a medida que los moros fueron empujados hacía el sur de la Península, que entraba en Omaña por la Magdalena pasaba por los pueblos de la carretera hasta Aguasmestas para enfilar el Valle Gordo hasta Fasgar y, atravesando el Campo de Santiago, entroncaba en Astorga con el Camino Francés. Me han comentado que en Vega se piensa abrir un albergue en la parte de arriba de la casa del médico. Cualquiera que haya hecho el Camino de Santiago sabe que es una ruta sembrada de iglesias, albergues y leyendas, muchas leyendas. Ya sabemos que no es seguro que hubiera moros en El Castillo, pero se habló de ello. Tampoco tenemos constancia absoluta de los cenobios, conventos y abadías cristianos en Vegarienza, pero se habla de ellos, incluida la mención de Leodegundia. ¿Qué más mimbres se necesita para dar lustre al Camino Omañés? Se me ocurre que en los dos kilómetros que van de El Castillo a la cimera de Vega hay material suficiente como para que esta parte del camino no desmerezca en nada de los clásicos. Voy a relacionar los que se me ocurren, pero seguro que habrá más.