Los peregrinos llegados a El Castillo podrían comenzar visitando el castillo de Benal explicándoles la leyenda de la tinaja con monedas de oro de los moros y se podría cobrar algo a los peregrinos que quisieran hacer una incursión en las murallas, armados de una hoz para abrirse camino entre las zarzas, a la búsqueda de la tinaja; visita a la Ermita del Cristo con meritorias tallas de los siglos XIII y XV y su colección de antiguos exvotos con los que los fieles solicitaban el milagro sanador; visita al bien conservado aserradero de El Castillo y a la cercana Peña del Garabato donde algunas vacas, atraídas por una fuerza misteriosa, se despeñaban cayendo hasta la carretera y donde la grillada frutera de Vega terminó su alucinado viacrucis. Saliendo de El Castillo para coger el camino del monte que les llevará a Vegarienza, los caminantes tienen que atravesar La Puebla donde se explicaría cómo los romanos traían el agua desde las Fornias para cribar la arena; un poco más adelante, cartelón en la fuente de Riospino avisando de que el agua debe tomarse en pequeños sorbos para evitar quedarse afónicos.
Al llegar a Vega desde Candanedo, podría haber un cartelón indicando a los peregrinos cómo encontrar fresas en el camino del prado de Las Huertas y nada más entrar en el pueblo por el puente sobre el Omaña lo primero que verían sería el arco de la Abadía reconstruido, según le ha sugerido mi primo Guillermo al alcalde Pepe Kenyde, y posterior visita a las ruinas donde estuvo originalmente ubicado el arco contándoles la historia del túnel hasta la iglesia, pudiendo animar a los peregrinos para que remuevan las piedras de la casa de Maruja a la búsqueda de la entrada del túnel; visita a la iglesia y sus tallas de gran valor y, aprovechando la proximidad de la casa de Celesto, contar la historia de su burro que siempre rebuznaba cuando el cura levantaba la Sagrada Hostia, cosa que algunos interpretaban que era debido a que el rucio tenía alma comunista, pero puede insinuarse que podría ser una inclinación mística auspiciada por la cercanía de las santas piedras de la abadía; visita a los arcos conventuales de casa Santos y ruinas de la ermita, donde Vicente podría explicar la leyenda del príncipe tuerto que habitó allí; visita al cenobio de la casa de Tomasín y molino de Indalecio que debería mantenerse en perfecto estado de funcionamiento. Como ya estaría bien de piedras santas, algunas posiblemente apócrifas, bueno sería darle reposo al cuerpo degustando la cecina de casa Selima mientras Maxi, actuando como maestro de ceremonias, cuenta con mucha prosopopeya la visita de Serrat a su tienda. Los que aún se mantengan sobrios podrían subir al campanario por las peñas, donde se les ilustraría sobre la diferencia entre el toque a misa, a fuego, a concejo y otros toques de campana y se les explicaría cómo el campanario, la abadía, el convento y el cenobio no están ubicados al azar sino siguiendo estrictos principios geométricos. A los que aún tengan ánimo se les puede subir a Santa Colomba para que tomen conciencia de que mucho antes que campesinos, en Vegarienza hubo otros pobladores Como cierre se les invitaría a una genuina partida de bolos leoneses en casa de Mariví y, si aún queda alguna panderetera, podía deleitarles con aquel canto que recuerdo haber oído, no se si fue a la tía Blanca, la mejor panderetera de Vega,
Este pandeiru que toco,
ye del pellejo una ogüecha,
que ayer balaba no monte,
y hoy toca que repandiechaaaaaaa …..
Al llegar a Vega desde Candanedo, podría haber un cartelón indicando a los peregrinos cómo encontrar fresas en el camino del prado de Las Huertas y nada más entrar en el pueblo por el puente sobre el Omaña lo primero que verían sería el arco de la Abadía reconstruido, según le ha sugerido mi primo Guillermo al alcalde Pepe Kenyde, y posterior visita a las ruinas donde estuvo originalmente ubicado el arco contándoles la historia del túnel hasta la iglesia, pudiendo animar a los peregrinos para que remuevan las piedras de la casa de Maruja a la búsqueda de la entrada del túnel; visita a la iglesia y sus tallas de gran valor y, aprovechando la proximidad de la casa de Celesto, contar la historia de su burro que siempre rebuznaba cuando el cura levantaba la Sagrada Hostia, cosa que algunos interpretaban que era debido a que el rucio tenía alma comunista, pero puede insinuarse que podría ser una inclinación mística auspiciada por la cercanía de las santas piedras de la abadía; visita a los arcos conventuales de casa Santos y ruinas de la ermita, donde Vicente podría explicar la leyenda del príncipe tuerto que habitó allí; visita al cenobio de la casa de Tomasín y molino de Indalecio que debería mantenerse en perfecto estado de funcionamiento. Como ya estaría bien de piedras santas, algunas posiblemente apócrifas, bueno sería darle reposo al cuerpo degustando la cecina de casa Selima mientras Maxi, actuando como maestro de ceremonias, cuenta con mucha prosopopeya la visita de Serrat a su tienda. Los que aún se mantengan sobrios podrían subir al campanario por las peñas, donde se les ilustraría sobre la diferencia entre el toque a misa, a fuego, a concejo y otros toques de campana y se les explicaría cómo el campanario, la abadía, el convento y el cenobio no están ubicados al azar sino siguiendo estrictos principios geométricos. A los que aún tengan ánimo se les puede subir a Santa Colomba para que tomen conciencia de que mucho antes que campesinos, en Vegarienza hubo otros pobladores Como cierre se les invitaría a una genuina partida de bolos leoneses en casa de Mariví y, si aún queda alguna panderetera, podía deleitarles con aquel canto que recuerdo haber oído, no se si fue a la tía Blanca, la mejor panderetera de Vega,
Este pandeiru que toco,
ye del pellejo una ogüecha,
que ayer balaba no monte,
y hoy toca que repandiechaaaaaaa …..