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Fiesta de interés comarcal desde hace un par de años. Centro aglutinador de las tradiciones omañesas que resurgen gracias al buen hacer de la Asociación Cultural Omaña. Catalizador espiritual y temporal de todos los omañeses, de los que se han ido y retornan por estas fechas, y de los que se han quedado a pesar de todo y de todos.
Como pretexto viene siendo tradicional la organización de una semana cultural que derrama sus actividades por los diferentes pueblos. Es una colectivización de la cultura, una revitalización del concepto de comarcalidad. Son actuaciones que parecen decir: nadie es más que nadie, todos somos omañeses, y estamos todos empeñados en la defensa de nuestra tierra.
A su sombra los certámenes del mastín leonés, la raza canina emblemática de gran parte de la provincia.
La procesión se engalana con los pendones que poco a poco se han ido rescatando del fondo de los viejos arcones parroquiales o restaurados, salvados de la polilla ya in extremis.
La Virgen, como no podía ser menos, avanza portada por las mujeres, envuelta en sus ricos mantones, y engalanada con llamativas coronas.
Después de la fiesta religiosa, la profana, con la comida campestre de productos de la tierra, comida compartida entre familiares y amigos, para después ser competidores en los diversos torneos que se celebran como exaltación de lo autóctono. La corrida de la rosca, de origen nupcial, el tradicional tiro de la barra omañesa, y con ellos otros juegos quizás más universales, pero no por ello menos importantes, como las carreras de sacos, el juego de la soga etc. Para finalizar, el rey del folklore de la comarca, el baile chano, acompañado de acordeón.
¿Qué hubiese sido la Omaña sin la Virgen de Pandorado?, ella la cobijó bajo su manto y a sus fieles y devotos durante años, y a su sombra se sigue apiñando la Omaña amenazada y de sus romerías salen las protestas más airadas o los gritos de auxilio en defensa de los intereses comunes.
http://www. saber. es/web/biblioteca/libros/provi ncia-leon/html/fiestas-romeria s. php
Como pretexto viene siendo tradicional la organización de una semana cultural que derrama sus actividades por los diferentes pueblos. Es una colectivización de la cultura, una revitalización del concepto de comarcalidad. Son actuaciones que parecen decir: nadie es más que nadie, todos somos omañeses, y estamos todos empeñados en la defensa de nuestra tierra.
A su sombra los certámenes del mastín leonés, la raza canina emblemática de gran parte de la provincia.
La procesión se engalana con los pendones que poco a poco se han ido rescatando del fondo de los viejos arcones parroquiales o restaurados, salvados de la polilla ya in extremis.
La Virgen, como no podía ser menos, avanza portada por las mujeres, envuelta en sus ricos mantones, y engalanada con llamativas coronas.
Después de la fiesta religiosa, la profana, con la comida campestre de productos de la tierra, comida compartida entre familiares y amigos, para después ser competidores en los diversos torneos que se celebran como exaltación de lo autóctono. La corrida de la rosca, de origen nupcial, el tradicional tiro de la barra omañesa, y con ellos otros juegos quizás más universales, pero no por ello menos importantes, como las carreras de sacos, el juego de la soga etc. Para finalizar, el rey del folklore de la comarca, el baile chano, acompañado de acordeón.
¿Qué hubiese sido la Omaña sin la Virgen de Pandorado?, ella la cobijó bajo su manto y a sus fieles y devotos durante años, y a su sombra se sigue apiñando la Omaña amenazada y de sus romerías salen las protestas más airadas o los gritos de auxilio en defensa de los intereses comunes.
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