silencio de la noche, huérfana del susurro del viento e incluso del suspirar de la brisa.
Calma toda era la noche, mas, calma huérfana de quehaceres, sin olor de mies trillada. Y se sentó el viejo loco, la espalda recostada en la pared de la caseta, (cuantas noches agosteñas había vigilado el pasar de las estrellas, tendido junto a ella o al lado de las parvas, solo o en grupo, esperando al amanecer para reanudar la lucha contra el reló) y la mano sujetando la cabeza ladeada, los párpados cerrados, ... (ver texto completo)
Calma toda era la noche, mas, calma huérfana de quehaceres, sin olor de mies trillada. Y se sentó el viejo loco, la espalda recostada en la pared de la caseta, (cuantas noches agosteñas había vigilado el pasar de las estrellas, tendido junto a ella o al lado de las parvas, solo o en grupo, esperando al amanecer para reanudar la lucha contra el reló) y la mano sujetando la cabeza ladeada, los párpados cerrados, ... (ver texto completo)