Hace muchos años, había mucha vegetacion al lado de la
carretera, al pie de la
iglesia y también corría un reguerillo entre
sombras y hortigas. Doy fe de la vida que albergaba éste. Al caer la
noche, mi
amigo Cundi y yo nos escondíamos en el portalito de mi
casa mientras comíamos un bizcocho que nos habia dado su madre y, a través de aquella
ventanas veíamos el ir y venir de los faunos por el
camino que hizo el arroyuelo. Siempre llevaban
flores, muchas flores. Así todas las
noches y todos los
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