Vista de la
fachada convertida por estos dos artistas urbanos en la pantalla de un videojuego ‘vintage’. RAMIRO -
e. gancedo |
león
« ¡Anda que no habré echado yo partidas a eso!». Durante cuatro días, la expectación en
Navatejera fue máxima, a la espera de comprobar cómo iba a quedar la fachada del Centro
Joven de esta localidad del alfoz leonés perteneciente al
Ayuntamiento de
Villaquilambre. Y cuando los dos artistas encargados de la decoración del
edificio bajaron por fin de la grúa, llegó el momento para la contemplación, para el asombro y para los comentarios. Conversaciones y apreciaciones que aún duran, y durarán.
Y los comentarios a pie de
calle tenían y tienen que ver, sobre todo, con dos asuntos: con la dificultad de llevar a cabo un trabajo de muralismo como éste, que alcanzó un máximo de doce metros de altura y ocupó una superficie de 300 metros cuadrados, y con el torrente de recuerdos que consigue despertar esta fachada ahora convertida en multicolor pantalla de ordenador antiguo. Porque los artistas Manuel García Juan y Diego Díez Díez han hecho del Centro Joven un espectacular tributo al universo visual de los primeros videojuegos, esa temprana y, a nuestros ojos actuales, ingenua, tecnología de ocio. El Pac-Man —o comecocos, como se le conocía y conoce en
España— fue uno de los diseños propuestos por ambos creadores para la decoración del centro, un trabajo encargado por la asociación local A. J. Tempus, y la que finalmente fue aceptada. «Como el tema era libre, hicimos varias propuestas, algunas de un realismo algo complicado, y al final se decidieron por la del Pac-Man», comenta Manuel García, para quien éste ha sido el reto de mayores dimensiones de cuantos se ha enfrentado hasta la fecha. «Decidimos plasmar no sólo el interior del
juego sino también su exterior», o sea; los personajes del juego y los laberintos y
caminos que siguen, con sus ‘cocos’ o alimentos, y los fantasmas que los persiguen, claro, pero también los players (uno y dos) con las firmas de los artistas, un mando de botones, y referencias a otros
juegos como la icónica ‘
seta’ de vida de Mario Bros o un monstruito extraterrestre del también muy popular en los años ochenta Space Invaders más la archiconocida leyenda Game Over y la no menos visualizada Press Start.
La principal complicación del encargo estuvo, explica, en el hecho de «encajar el dibujo», los diseños hechos a pie de obra, en la fachada. «Había hecho antes otros murales de grandes dimensiones, pero no con tantas casetas de por medio», dice, y señala que el trabajo, no sobre una grúa de tijera como solía hasta el momento sino encima de una plataforma elevadora de brazo, a tanta altura, necesitó de cierta ‘aclimatación’. «Impacta, el primer día, subirse a ese tipo de grúa, sobre todo por el balanceo... hasta que te acostumbras, claro». El resultado final gustó tanto a quienes lo encargaron como a sus artífices. «La verdad, a nosotros nos gustó mucho y ellos quedaron muy satisfechos», anota.
A pesar de su
juventud —24 años—, Manuel García ha realizado numerosos murales y diseños para diversas empresas, locales y colectivos, amén de participar (y ganar) en distintos certámenes de
arte urbano. Porque ese es el calificativo que, dice, mejor se ajusta a lo que hace. En puridad, explica, «grafiti es la firma en la calle, y aunque ensucia y es ilegal, hay que reconocer que es donde empezamos todos, yo y los demás», concreta.
Del todo autodidacta, Manuel García lleva
camino de dedicarse por completo a este trabajo a medio camino entre el arte, la
artesanía y la decoración. «Empecé hace dos años y ahora estoy viendo que se está poniendo de moda, se ve como algo positivo y digno de valorar, lo cual es bueno, puede significar más demanda de trabajo —reflexiona—. Eso sí, de repente hay mucha gente que le interesa y se mete en esto, pero después pasa el tiempo y vamos quedando los cinco de siempre».