PRÓLOGO
Nacho (alma en pena) — ¡Ay, desgraciado de mí! ¡Desgraciado de mí! Soy un alma en pena... ¡Quién sabe cuántos años tendré que estar aún en el purgatorio...! Y eso que antes de morirme tuve buen cuidado de prepararme las misas... ¡Lo dejé dicho en el testamento con toda clase de detalles...! Pero, la ladina de mi mujer, que no piensa más que en las pesetas y que en cuanto agarra una ya no la suelta, con sus trazas y mañas —que parece una bruja de tanto como cavila para hacer daño— ideó una treta que cambió de arriba abajo mi testamento y me deja en el purgatorio muchos más años de los que son de ley. (Pausa.) Y aquí estoy, ¡desgraciado de mí! como alma en pena porque cuando a la bribona le leyeron el testamento, ocurrió que... Pero, ya veréis lo que pasó... (sale)
Nacho (alma en pena) — ¡Ay, desgraciado de mí! ¡Desgraciado de mí! Soy un alma en pena... ¡Quién sabe cuántos años tendré que estar aún en el purgatorio...! Y eso que antes de morirme tuve buen cuidado de prepararme las misas... ¡Lo dejé dicho en el testamento con toda clase de detalles...! Pero, la ladina de mi mujer, que no piensa más que en las pesetas y que en cuanto agarra una ya no la suelta, con sus trazas y mañas —que parece una bruja de tanto como cavila para hacer daño— ideó una treta que cambió de arriba abajo mi testamento y me deja en el purgatorio muchos más años de los que son de ley. (Pausa.) Y aquí estoy, ¡desgraciado de mí! como alma en pena porque cuando a la bribona le leyeron el testamento, ocurrió que... Pero, ya veréis lo que pasó... (sale)