El paisaje desde este lugar invita a quedarse. Al cobijo de lo escarpes rocosos, el silencio toma fuerza y recuerda aquel grito de "cállate" con el que el santo ordenó al río desaparecer bajo las piedras para que el ruido no interrumpiera su oraciones. Cuando uno llega al mirador por la carretera del Morredero y se asoma al valle del sielencio con Peñalba en el hondon se que uno sin habla y lleno de embeleso por tanta belleza...