Si nos sentimos orgullosos de nuestras casas de puertas afuera, también podemos presumir de ellas de puertas adentro. A mí me gusta enseñar las vigas de roble que tengo en la tenada. Son robles enormes, inmensos, que cruzan de parte a parte una de las casas más viejas y anchas del pueblo, en los que se nota el desbastado de la madera a hacha o azuela, que nuestros viejos llamaban con toda propiedad dólar. Son vigas excesivas y desmedidas que nuestros antepasados colocaron a esa altura cuando todavía no había grúas.
Me siento sobre los tablones de la tenada y miro para arriba. ¡Cuánto caletre y habilidad hay allí almacenados! Tengo delante la sabiduría de decenas de generaciones. Miro y callo. (Fin)
Toño.
Me siento sobre los tablones de la tenada y miro para arriba. ¡Cuánto caletre y habilidad hay allí almacenados! Tengo delante la sabiduría de decenas de generaciones. Miro y callo. (Fin)
Toño.