Sales de mañana, antes de que el sol despunte. Te esperan caminos llanos que se pierden en la lejanía. La paja, ya está segada, permanece, quebradiza, sobre el terreno. De vez en cuando te encuentras con un otero que en Polvoredo no merecería ni el apelativo de cuesta. El otero está minado de madrigueras de las que salen decenas, cientos de gazapillos y algún conejo grande. Antes de que salga el sol tampoco es raro ver alguna liebre. Y hace un par de meses perdices rojas con sus polluelos. Pero de agua nada.
En estas tierras de la Mancha, secarral inmenso, adornadas con hileras interminables de vides y olivos, he aprendido a valorar el agua, que en Polvoredo oyes en el río si dejas la ventana abierta por la noche; que encuentras en los caminos; que hallas a poco que te lo propongas en cualquier parte; en estas tierras de la Mancha, donde no llueve en meses y donde tienes que llevar siempre la mochila a la espalda con una o dos botellas de agua, he aprendido a valorar las fuentes. El agua y las fuentes; el verdor de los prados y las hayas y los robles; y también el rocío mañanero y el cierzo cargado de agua fina me fascinan cada vez más. Cuando voy a Polvoredo trato de disfrutar de esas cosas, sencillas, a pleno pulmón.
Toño.
En estas tierras de la Mancha, secarral inmenso, adornadas con hileras interminables de vides y olivos, he aprendido a valorar el agua, que en Polvoredo oyes en el río si dejas la ventana abierta por la noche; que encuentras en los caminos; que hallas a poco que te lo propongas en cualquier parte; en estas tierras de la Mancha, donde no llueve en meses y donde tienes que llevar siempre la mochila a la espalda con una o dos botellas de agua, he aprendido a valorar las fuentes. El agua y las fuentes; el verdor de los prados y las hayas y los robles; y también el rocío mañanero y el cierzo cargado de agua fina me fascinan cada vez más. Cuando voy a Polvoredo trato de disfrutar de esas cosas, sencillas, a pleno pulmón.
Toño.