Bueno, Virginia, pues ahí te va el cuento de tu abuelo:
“Una vez… iba tío Juan Carrasca a buscar leña al arco, le salió la raposa y se lo quería comer. Entonces tío Juan le dijo a la raposa: mira, no me comas que te voy a buscar una pita. Y, bueno, la raposa le dijo: bien, aquí te espero. Tío Juan volvió a casa y le dijo a su mujer: Francisca, dame una pita pues me quiere comer la raposa. Tía Francisca le dijo: ¡mal rayo te parta! Llévale el perro. Bueno pues trae el perro. Lo metieron en un saco y allá que se volvió el tío Juan con el saco al hombro a donde lo esperaba la raposa. En cuanto llegó, la raposa empezó a oler el saco y a decir: huele a perruno, huele a perruno… No que es una pita, le decía tío Juan Carrasca, mientras estaba abriendo el saco para que rápidamente saliera el perro. Al verlo la zorra toda asustada escapó a toda velocidad diciendo. ¡Arriba zancas! Que en este mundo todo se vuelven trampas. Y, colorín colorado, este cuento se ha acabado”.
Se lo inventaría el tío Juan, no lo sé, pero en Pombriego lo saben así y así lo cuentan. Yo, como te decía, se lo cuento a mis nietos y me piden que se lo repita.
Yo de tu padre me acuerdo poco, sé quién es, yo tenía 18 años cuando se marchó, pero no residía en Pombriego, estaba estudiando fuera.
No me extraña que a tu padre le guste escuchar cosas de Pombriego, así me sucede a mí. Por si no se da cuenta de quién soy, dile que soy hijo de Ezequiel y Constancia.
Mis padres tenían hermanos en Buenos Aires: Paciano y Abel, hermanos de mi padre y Ovidio, hermano de mi madre.
Igualmente que tengais felices fiestas y buen año nuevo.
“Una vez… iba tío Juan Carrasca a buscar leña al arco, le salió la raposa y se lo quería comer. Entonces tío Juan le dijo a la raposa: mira, no me comas que te voy a buscar una pita. Y, bueno, la raposa le dijo: bien, aquí te espero. Tío Juan volvió a casa y le dijo a su mujer: Francisca, dame una pita pues me quiere comer la raposa. Tía Francisca le dijo: ¡mal rayo te parta! Llévale el perro. Bueno pues trae el perro. Lo metieron en un saco y allá que se volvió el tío Juan con el saco al hombro a donde lo esperaba la raposa. En cuanto llegó, la raposa empezó a oler el saco y a decir: huele a perruno, huele a perruno… No que es una pita, le decía tío Juan Carrasca, mientras estaba abriendo el saco para que rápidamente saliera el perro. Al verlo la zorra toda asustada escapó a toda velocidad diciendo. ¡Arriba zancas! Que en este mundo todo se vuelven trampas. Y, colorín colorado, este cuento se ha acabado”.
Se lo inventaría el tío Juan, no lo sé, pero en Pombriego lo saben así y así lo cuentan. Yo, como te decía, se lo cuento a mis nietos y me piden que se lo repita.
Yo de tu padre me acuerdo poco, sé quién es, yo tenía 18 años cuando se marchó, pero no residía en Pombriego, estaba estudiando fuera.
No me extraña que a tu padre le guste escuchar cosas de Pombriego, así me sucede a mí. Por si no se da cuenta de quién soy, dile que soy hijo de Ezequiel y Constancia.
Mis padres tenían hermanos en Buenos Aires: Paciano y Abel, hermanos de mi padre y Ovidio, hermano de mi madre.
Igualmente que tengais felices fiestas y buen año nuevo.