Cruzamos el
pueblo de
Pozos, de típica construcción de la serranía leonesa, con
casas de
piedra apiladas unas encima de otras y
tejados de pizarra, nos recordó a los
pueblos de la
arquitectura negra de
Guadalajara. Subimos por la ladera de uno de los
montes que nos rodeaban y al poco rato, bajamos hasta el
valle por el que corría un
río de
aguas turbulentas. No parábamos de halagar la belleza de la ruta, los montes con robles de hojas anaranjadas haciendo contraste con el verde de las hojas perennes
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