Definitivamente hay que vigilar. No nos queda sino vigilar mientras todos duermen. (E. Montejo). La labor del poeta es la de la vigilancia. La tarea de la poesía: vigilar. Que la eternidad no es más que el mar andando con el sol. O una calle, el mundo de madrugada, no más que la vigilia del poeta. Sentemos día y noche a la Belleza sobre las rodillas, a pesar de que amarga la sintamos y tengamos que injuriarla. Escuchemos las estrellas, sentados al borde de la noche...