En las laderas verdosas se perfilan hiladas de árboles de distintos colores: los chopos amarillentos, los robles ocres y los cerezos de color caramelo. Es una sinfonía cromática, en medio del rumor de las aguas que discurren montaña abajo, camino a los dos ríos: Eira y Cabrera. Y quien busque parajes más recónditos, puede gozar del silencio en pequeños lagos glaciares.