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FABRICACION DE LA MIEL.
Origen de la miel



El néctar es la fuente principal de la que se origina la miel. Es segregado por órganos especializados de la planta, llamados nectarios, situados generalmente en la base de la corola (nectarios florales) pero en algunos casos colocados en diversas partes (nectarios extraflorales).

Consiste en una solución de agua y azúcares, con peque­ñas cantidades de otras sustancias (aminoácidos, minerales, vitaminas, ácidos orgánicos, enzimas, aceites esenciales, etc.).

El contenido azucarado puede oscilar desde el 4% al 70% en función de la especie botánica y de las condiciones edáfico­climáticas: el néctar de diente de león contiene un 60% de azúcares, el de peral sólo un 30%. En la mayor parte de los nectarios el azúcar predominante es la sacarosa, pero hay nec­tarios que presentan cantidades casi iguales de sacarosa, glu­cosa y fructosa.

En la actividad de recolección, la abeja, para efectuar una

Carga (40 mg), que representa apenas una gota, visita de pocas

A muchísimas flores, permaneciendo fiel a una sola especie bo­tánica. Cuando tiene posibilidad, elige nectarios de elevada con­centración azucarada y prefiere aquéllos que contienen, unidos

A la sacarosa, los dos monosacáridos glucosa y fructosa.

Otra fuente de la que puede derivarse a miel está repre­sentada por el mielato (o melaza) que es una secreción azuca­rada emitida por insectos de diversas especies que viven pará­sitos sobre varias plantas y succionan de ellas la savia elabora­da. La abejas recogen antes de su desecación las gotitas de mielato sobre las hojas en que han caído. El fenómeno se verifica preferentemente al alba y en primavera y verano, y disminuye al avanzar el día y al llegar el otoño; en cualquier caso depende de la dinámica de la población de los hemípte­ros parásitos.

En el acto de la succión del néctar o del mielato, la pecoreadora añade secreciones glandulares ricas en enzimas, que inician la transformación de la sacarosa en sus componentes glucosa y fructosa; tal proceso prosigue en el buche de la abeja durante el vuelo de regreso. Llegada a la colmena, la pecoreadora cede su carga a otra abeja, o bien la deposita en una celda del panal. Este diferente comportamiento depende de la potencia numéri­ca de la familia y de la intensidad de la recolección.

Cuando el flujo de néctar es abundante, casi todas las obreras están ocupadas en pecorear con frenética actividad y apenas disponen de tiempo para ceder la carga a las abejas jóvenes, todavía no aptas para el vuelo, que se ocupan de su almacenamiento.

Cuando el néctar llega a la celda ha completado ya trans­formaciones tales que no puede considerarse néctar, sino más bien miel no madura. La transformación completa se reali­za gracias a la manifestación, simultáneamente a los procesos bioquímicos, de un fenómeno físico de evaporación que im­plica la intervención de numerosas abejas.

Hay obreras que ponen en práctica un método original al que se dedican sobre todo durante las horas nocturnas. Ab­sorben de las celdas una pequeña cantidad de miel todavía rica en agua; después abren de par en par las mandíbulas y, proyectando la lengua hacia adelante y hacia atrás, forman una sutil película que se ve expuesta a la corriente de aire caliente que circula por la colmena. En esta ocasión se verifi­ca un enriquecimiento posterior en enzimas que hacen conti­nuar la maduración bioquímica.

El fenómeno físico de la evaporación es particularmente activo también en las celdas, por efecto de la intensa ventila­ción operada por las abejas sobre los panales.

Cuando el contenido en agua queda reducido a cerca del 18%, la miel, considerada madura, se cierra con un opérculo de cera para impedir el contacto con el aire, del que podría absorber agua.

En tales condiciones permanece en las celdas del panal hasta ser recogida por el apicultor o por las mismas abejas para la alimentación propia.

Si examinamos una muestra, descubriremos que se trata de un producto extremadamente complejo, muy diferente de la materia prima de la que se deriva.

La composición de la miel ha sido objeto de numerosas investigaciones por parte de químicos, biólogos y técnicos es­pecializados, por los diversos pero siempre profundos intere­ses suscitados. Creemos obligado describirla, por importantes motivos, y darla a conocer porque no es posible aplicar una tecnología correcta sin conocer la composición del producto que se trabaja, la importancia de sus distintos constituyentes y su más o menos acentuada fragilidad.



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