Los ajos han estado siempre ligados al esoterismo e incluso a la brujería. Los filtros mágicos de las brujas medievales incluían casi siempre ajos, tanto normales como recolectados un día especial, a la luz de la Luna llena. Famosísima es la aversión al ajo del temido Vlad, más conocido como Conde Drácula. Hoy en día, en numerosas casas de las montañas de Transilvania, los campesinos cuelgan ristras de ajos en las puertas y ventanas, para, según ellos, adornar, aunque su verdadera misión podría pasar por un "haberlos, haylos", parangonando la famosa frase gallega sobre nuestras entrañables meigas.
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