Las recetas que hoy pueden degustar en la mesa todos los amantes del buen yantar, hunden sus raíces en una economía mixta agrícola-ganadera en la que la alimentación familiar se basaba en los productos del huerto y en las carnes y productos de las reses criadas con esmero.
La gastronomía local aún lleva la impronta del saber hacer, en la que el amor de la lumbre produce a diario verdaderos manjares preparados por manos femeninas con paciencia y sin sofisticaciones. Nos reafirmamos pues en el convencimiento de que la mujer maragata ha sido y es el catalizador fundamental del sentido de pertenencia y conservación gastronómico y que indudablemente su labor socio-familiar, reminiscencia de sociedades matriarcales es el quicio seguro y estable sobre el que se mantiene la cultura Maragata.
La gastronomía local aún lleva la impronta del saber hacer, en la que el amor de la lumbre produce a diario verdaderos manjares preparados por manos femeninas con paciencia y sin sofisticaciones. Nos reafirmamos pues en el convencimiento de que la mujer maragata ha sido y es el catalizador fundamental del sentido de pertenencia y conservación gastronómico y que indudablemente su labor socio-familiar, reminiscencia de sociedades matriarcales es el quicio seguro y estable sobre el que se mantiene la cultura Maragata.