EL SERANO llamábamos a las reuniones que diariamente solíamos tener durante las largas noches de invierno, en la cocina de algún vecino del pueblo, con la suficiente capacidad para albergar a bastante gente, con unos dueños con no menos paciencia para aguantar dichos y bromas, a veces un tanto pesadas éstas, hasta cerca de la madrugada, en aquellas noches, con las calles y tejados cubiertos de nieve, pendiendo de los verales unos churretes de hielo duro y que a la luz de la luna brillaban semejando enormes puñales retorcidos.
Cosían las unas, hacían medias y refajos las otras; algunas provistas de sus cardas, nos amenizaban con el continuo "ras" "ras", sonido producido al rascar una carda contra la otra.
Este instrumento, se compone de dos tablas, con su correspondiente mango, provistas en una de sus caras por una numerosa serie de púas o alambres de hierro, que en una de dichas tablas eran ligeramente más movibles que en la otra.
Al hacer que rocen entre sí, limpian, desmenuzan la lana que se ha puesto entre ambas, lana que solía proceder del propio rebaño, dejándola lista para poder pasarla a la rueca, de ésta al huso y así realizar el hilado, acción ésta tan común y de la que seguramente le vendrían a estas reuniones el nombre de el serano-
Hasta la segunda década del mil novecientos, éstas faenas se hacían a la mortecina luz de un candil llamado de "lucerina", por ser éste el combustible que consumía, candil que, se colgaba de una de las negras vigas de la cocina, y el candil se esforzaba por extender su amarillenta y mortecina luz, así como su nube de humo, a todo lo largo y ancho cocina.
Así, con éste género de alumbrado, cosían y cardaban aquellas señoras de los tiempos de mi niñez y adolescencia, como poco a poco la vieja hilaba y como iba pasando la lana de las cardas a la rueca, de la rueca al huso y de la mazorca que en este se iba formando, al "gorgoto".
Seguidamente las hábiles manos de la tejedora, provista de cuatro agujas de "hacer media", dejaban listos y a disposición de sus clientes, un par de calcetines o un par de medias en cada velada.
Cosían las unas, hacían medias y refajos las otras; algunas provistas de sus cardas, nos amenizaban con el continuo "ras" "ras", sonido producido al rascar una carda contra la otra.
Este instrumento, se compone de dos tablas, con su correspondiente mango, provistas en una de sus caras por una numerosa serie de púas o alambres de hierro, que en una de dichas tablas eran ligeramente más movibles que en la otra.
Al hacer que rocen entre sí, limpian, desmenuzan la lana que se ha puesto entre ambas, lana que solía proceder del propio rebaño, dejándola lista para poder pasarla a la rueca, de ésta al huso y así realizar el hilado, acción ésta tan común y de la que seguramente le vendrían a estas reuniones el nombre de el serano-
Hasta la segunda década del mil novecientos, éstas faenas se hacían a la mortecina luz de un candil llamado de "lucerina", por ser éste el combustible que consumía, candil que, se colgaba de una de las negras vigas de la cocina, y el candil se esforzaba por extender su amarillenta y mortecina luz, así como su nube de humo, a todo lo largo y ancho cocina.
Así, con éste género de alumbrado, cosían y cardaban aquellas señoras de los tiempos de mi niñez y adolescencia, como poco a poco la vieja hilaba y como iba pasando la lana de las cardas a la rueca, de la rueca al huso y de la mazorca que en este se iba formando, al "gorgoto".
Seguidamente las hábiles manos de la tejedora, provista de cuatro agujas de "hacer media", dejaban listos y a disposición de sus clientes, un par de calcetines o un par de medias en cada velada.