La pizarra es el material que, como un manto, reviste toda La Cabrera. Las pizarras «forman la totalidad de los montes y sierras con lajas de espesor variable que dan híspidas y oscuras tintas a las zonas más peladas, así como a las casas construidas con estos materiales» (R. Carnicer). No obstante, el posible viajero no debe arredrarse por esta imagen de desnudez. Hay otros paisajes en La Cabrera, frondosos y risueños, de aguas cristalinas y espesuras verdes de alisos, nogales, castaños y cerezos en las riberas, o de brezos y robles más arriba. Estos parajes, y aun los de la desolación bien merecen el recorrido de esta región, la tierra de los «descendientes de aquellos cabreirenses sobrios, duros y bravos, que cubiertos con una gorra de piel de cabra, eran la fuerza de choque de los famosos Caballeros Templarios, según nos cuenta don Enrique Gil y Carrasco en su deliciosa novela El Señor de Bembibre» (J. Pariente