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PUEBLA DE LILLO: Puebla de Lillo...

Puebla de Lillo

Nominación

Puede caber que la «Puebla» fuese llevada a cabo por un personaje llamado Lillo, ya que Lillo se usó como nombre de persona; hoy se usa como nombre de mujer, Lilia, derivado de Lilium, lirio. «Lillo», es un fitotopónimo del latín «lilium», lirio. Dada la abundancia de lirios en la campiña regada por los cristalinos ríos del entorno, la poblaci6n tomó el nombre de Lilium, que se correspondía con la flor de lis o lirio campestre, evolucionando a Lilio y por fin Lillo.

Sin embargo, el agustino Padre Casiano García sostiene otra versión, donde Lillo proviene de los lilios o lolios, que eran las piedras con que las familias romanas coronaban los castillos de la Legión VII. A la derecha de la villa hay una eminencia peñascosa donde se asentó el primitivo poblamiento romano, pues allí quedan restos de las fortificaciones. Ya en una escritura de Doña Urraca el 14 de mayo de 1099 hace donación de tierras «inter Lilium y Pennamián al monasterio de San Pedro de Eslonza».

Pinceladas históricas. El Castilnovo de Redipollos

Al margen del enorme y tosquísimo peñón que estuvo en el puerto de San Isidro conocido desde 1834, que contiene un epitafio de un Andoto Flavo, hijo de Areno, de 60 anos, catalogado al numero 5.675 del museo provincial, se mantiene por tradición el emplazamiento de un castillo de época romana en el prado del Torrejón, donde se encontraron ladrillos y tégulas con inscripciones y una conducción de agua, en la égida del regidor mayor don Bonifacio Vega.

El año 962 y en el 978 hay testimonio de ventas, una de ellas de Gudesteo al monasterio de Sahagun de pertenencias en Lillo.

El año 1169, en tiempos de Don Fernando II, los hombres de Penamian y Lillo defienden sus fueros contra el merino del rey. Se cree que haya sido repoblada la villa de Lillo por Don Alfonso IX con carta Puebla hacia el 1212, porque donó una tercia al monasterio de Sahagún, tal y como la tenía antes de la repoblación. En 1223 vendió la villa de Barbadello en tierra de Lillo a Nuno Froilaz.

Alfonso, hijo del infante Don Juan, da a Diego Alfonso de Soller, tenedor del castillo de Castronuevo, poderes para cobrar derechos de portazgo en Lillo. El castillo de Castronuevo se hallaba en Redipollos, cercano al puente de San Thirso. En 1342 Diego Ramírez reconoció al obispo Don Gonzalo el derecho a este castillo.

En 10 de enero de 1583 hay una carta de confirmación de privilegio de Don Felipe II a Redipollos, donde habla de la compra de la jurisdicción y cómo el derecho de paso del ganado por el castillo de Castilnovo de Redipollos donde el obispo de León percibía un carnero o un ducado por cada rebaño, lo ha desmembrado el rey y ya no pertenece al obispo sino que son impuestos de realengo.

El año 1697 aun existía este castillo de Castilnovo en Redipollos, porque se fundó una capellanía de San Alfonso en la iglesia parroquial de Camaleño, concejo de Baró, en Asturias, según cláusula testamentaria de Don Juan Gómez de Enterria, caballero de la Orden de Santiago, del Consejo Colateral de Su Majestad y gobernador del castillo de Castilnovo de Redipollos.

Según la tradición y las excavaciones practicadas por el alcalde don Bonifacio Vega, esta fortaleza de Castilnovo estaba localizada al poniente de la villa de Redipollos, cerca del puente de San Thirso en lo alto del cerro, quizá como vigía y defensa de la calzada a las Asturias. En las excavaciones del señor Vega se hallaron restos humanos, un dolmen, dos hachas y una maza prehistóricas en piedra y algunas monedas, hoy en el museo provincial. El año 1375 Don Diego Fernández Aller, padre de Don Suero de Quiñones, mandó en testamento heredades en Lillo y Cofiñal al convento de Val de Veneros y dio en herencia a sus hijos heredades, vasallos y señorío que tenía en Camposolillo, San Cibrián, Lillo y Maraña que le había dado el rey Don Pedro I el Cruel. De ahí que Lillo era de los Quiñones.

En 1379 Don Juan I concede a petición del conde de Luna el privilegio a Puebla de Lillo, vasallos del conde Don Alfonso, para que anden salvos y seguros por todo el reino con sus mercaderías, eximiéndoles de portazgos, peajes, pasaje, barcaje, ronda, castellería, asadura, maquilas, cuchares, ni les embarguen por las ventas y comercios que hacen por el reino como arrieros.

El privilegio se confirma por Enrique III, Juan II, los Reyes Cat6licos, Felipe II y Felipe III.

En 1442 Don Diego Fernández Quiñones deja a sus hijos San Cabrían y Lillo; era el señor de Lillo y de esa fecha es el castillo o torreón de Puebla de Lillo.

El señorío de Puebla de Lillo

Lillo fue una cabecera de comarca con situación estratégica, señoreada por Don Diego Fernández Vigil, noble vasallo de los Trastámara, que rendía pleitesía al hijo de Don Enrique II el de las Mercedes, conde Alfonso Enríquez.

Este conde dirigió las intrigas políticas durante la minoría de edad de Enrique III el Doliente. Entonces entran en escena los Osorios de Astorga.

Ya Alvar Pérez Osorio había silo investido del señorío de Villalobos por Enrique II en 1368 y el fiel vasallo se opuso con sus mesnadas a la invasión anglo-portuguesa de 1387 cuando el saqueo de Valderas, y bebieron el vino mezclado con sal. Las escenas y anécdotas de este Osorio son brillantísimas de fidelidad y entrega a la Corona.

Su hijo Juan Álvarez Osorio, casado con Aldonza de Guzmán, juntaron un censo amplísimo de posesiones, desde el Luna al Esla, los condados de Porma y Colle, la merindad de Las Bodas, el valle de Aviados, Ferreras, Curueño, Lillo, Boñar, el Condado y los Oteros.

Juan Álvarez Osorio fue rival de Álvaro de Luna y del oscuro personaje de Mansilla, Fernán Alonso de Robles, secretario de la reina y consejero del Luna.

Por un lío de faldas del Osorio con Inés de Torres, doncella de la reina, los nobles consiguieron alejarlo de la corte. Murió en 1417, pero en su testamento fundó el mayorazgo en favor de su primogénito Pedro Álvarez Osorio, que va a ser señor de Prioro, Morgovejo, Valderrueda, Valdesabero con los otros mis lugares que llaman «aquende el Pando».

Pedro Álvarez Osorio va a recibir el condado de Trastámara, desvinculado de la casa real en 1445. Ya el señorío de Lillo había pasado a los Quiñones en 1396 por confiscación de bienes y era dueño de la villa Don Pedro Suárez de Quiñones, conde de Luna y merino de Asturias.

El Osorio se casó con Isabel de Rojas, que le aportó el señorío de la Cepeda y tuvieron diferencias con su primo, Ramiro Núñez de Guzmán, señor de Vegas del Condado y el merino de Asturias Diego Fernández Quiñones. Entonces surge una crisis con los Quiñones; el abad de San Isidoro tomó como encomendero al Osorio y se apartó del Quiñones.

El Quiñones que dominaba todos los puertos de la montaña estranguló el transporte de la sal de Asturias a los alfolíes de Leon, entre ellos los de Lillo y Boñar.

El conde de Luna va a ser el señor de la villa de Puebla de Lillo, pero no será tan meticuloso como lo serían los Osorios marqueses de Astorga sobre Boñar, que tenían en su mano todos los cargos de gobierno.

El conde Luna se limitaba a cobrarles las alcabalas a los de Lillo, el impuesto de los servicios ordinario y extraordinario a los vecinos de clase general, la fonsadera, el impuesto de Millares, la propiedad del puerto de San Isidro de 7.500 heminas, un foro perpetuo e irredimible sobre los campos comunales que sube a 154 reales de vellón. En fin, que el señor de la villa les cobra los dineros y no les oprime alegando derechos de gobierno.

El torreón de Puebla de Lillo

El torreón de Lillo fue mansión señorial, baluarte defensivo del paso a las Asturias. Su vida se remonta ya al siglo XIV.

Es un torreón cilíndrico que señorea el paisaje. Tiene ocho metros de diámetro y dos metros más de grosor de sus muros, hecho de mampostería y mortero con tres pisos donde aún se aprecian los mechinales de las vigas.

En 1913 se aprovechó para casa de Ayuntamiento, se le hizo la portada, luego se fue arruinando poco a poco, aunque ahora se comenta sobre su restauración por los organismos oficiales.

Los castillos en los pueblos se van desmoronando lentamente, en la conciencia de las gentes, en el substractum del alma del pueblo queda la reminiscencia de que el castillo es un símbolo de opresión, de diferencias sociales, del abuso del noble, par eso no se le presta cariño a sus reliquias y se vive de él con indiferencia, presenciando su caída por la erosión del tiempo.

Pero al fin es un trozo de Historia, con sus, durezas y sus partes negativas porque así se hizo la Historia y hay que aceptarla para escarmar en sus errores y recoger lo positivo para crear una convivencia más dulce. La Historia es una didáctica de pragmatismo, ha de ser maestra de la vida y hay que tomarla con sus defectos y sus virtudes, unos para corregirlos y otras para engrandecerlas.

El torreón de Lillo se recorta al horizonte y tras él sirve de marco la bellísima montaña del Susarón, motivación de la novela costumbrista de don José Maria Goy.

El castillo de Peñarramiro

El camino medieval que unía el Esla con el Porma iba desde Corniero a Primajas y pasaba por el despoblado de Primajinas.

Desde Primajinas había otra bifurcación por la Collada de los Muertos hacia el monte Pardomino.

Cerca de Primajinas existía el castillo de Peñarramil o Peña Ramiro, que fue desmochado por Alfonso IX.