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otra flor morada
EL NIÑO QUE MURIÓ DE FRÍO
Se llamaba Pedro Turienzo Fernández. Eran sus padres Emilio y Asunción, y había nacido en 1947 en el pueblecito de Villacorta (provincia de León).

El 22 de diciembre de 1956, después de comer, se fue a jugar con su primo Agustín Honrado, de doce años (que estaba pasando unos días en Villacorta), y con otro niño de Villacorta llamado Juan José Díez Rodríguez (de nueve años).

Era una hermosa tarde soleada, y los niños se entretenían cogiendo endrinos y espantando pájaros ... (ver texto completo)
El "pastor" que salvó al niño era mi padre.
Mas o menos la historia sobre mi padre no es asi por lo que el me contó, pero da igual, decir que mi padre falleció el 13 de julio y nunca conoció al chico que salvó. Hubiera estado bien
Deshojar una margarita

pétalo a pétalo

para encontrar esa sencilla respuesta

a la pregunta de “ ¿Me ama o no me ama?”;

para hallar esa respuesta sencilla
... (ver texto completo)
Dónde quedaron aquellos sueños

que soñaste cuando soñabas?

¿Cuándo decidiste dejar de soñar?

¿Cuándo decidiste dejar de vivir?

Recuerdo escuchar tu voz
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Hola! Ese poema es mío. No hay problema en compartir reconociendo la autoría. Gracias!
Amanece la ciudad

silente de la habitual melodía

que orquesta ese tráfico constante

de vehículos diversos y transeúntes

en busca de sus destinos.
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Me gusta la primavera;

quizá porque nací un mes de mayo

de hace ya algunos años.

¿Cuántos?

Qué más da, no es la razón,
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La vida es esa tragicomedia

que se inicia cuando se levanta el telón

en ese preciso instante en el que llegamos,

finalizando cuando se baja el telón

en ese instante preciso en el que partimos.
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Soy padre.

El día que nació mi hijo,

mi primer hijo, mi único hijo,

fue sin lugar a dudas

el día más feliz de mi vida.
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Si pudiera detener las guerras,

todas y cada una de las guerras,

no tengo duda alguna

en que las detendría,

pero no tengo una barita mágica.
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Subir hasta las nubes

y tocar el cielo,

sin perder contacto con el sufrido

latido de la Madre Tierra.

Subir hasta las nubes
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Qué fácil se organiza una guerra

parapetándose tras una mesa de despacho.

Qué fácil es dar órdenes

cuando tú no las vas a tener que cumplir.

Qué cobardes son los valientes
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Siento ensombrecida la luz

que se acerca hasta esta mi ventana,

en un amanecer silencioso,

este extraño domingo de febrero.

No albergan nubes el azul del cielo
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He aprendido a caminar

con el corazón en la mano.

He aprendido a caminar

dejando que mis pies

marquen el rumbo y el ritmo.
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Todas las mañanas me levanto temprano

y en un santiamén me lavo la cara y las manos.

Camino del colegio salgo tan contenta

cruzando aceras y calles siempre muy atenta.

En la puerta ya esperan Ana, Alicia y Rodrigo
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Feliz año
Besos