Acababa de terminar la residencia medica cuando me mude a Wooland Hill (California) para trabajar en la sala de urgecias de un hospital. Al ser la integrante del equipo con mayor antiguedad, no podia escoger turno y como nadie quiso trabajar en la Nochebuena tuve que quedarme a hacer guardia. Me despedi de mi familia y sali para pasar la noche en el hospital.
Era una situacion ingrata.
A las nueve de la noche llego una ambulancia con un hombre de unos 65 años, palido muy asustado que estaba sufriendo un infarto.
En aquel tiempo-principios de los 80-pocos hospitales contaban con farmacos para deshacer coagulos. Aunque la condicion de aquel paciente no era estable, hice mi mejor esfuerzo y resistio, finalmente lo trasladamos a la unidad de terapi intensiva.
Al otro dia, antes de marcharme a casa, pase a verlo y estaba dormido.
A diferencia de otros medicos, los de urgencias tenemos poco trato con los pacientes. Es comun que tengan miedo y algunos reaccionen con enojo ante el simple hecho de que los atendamos. Pasan por nuestras manos y luego se los llevan, rara vez les vemos de nuevo.
Al año siguiente tuve que volver a hacer guardia en Nochebuena.
A las nueve en punto me avisaron que en recepcion habia un hombre que queria hablar conmigo. cuando me acerque me dijo:
Soy el señor Lee. Quiza no me recuerde, pero la Nochebuena del año pasado usted me salvo la vida. Gracias por el año que me regalo. Su esposa y el me abrazaron, me dieron un pequeño obsequio y se marcharon.
Me quede muy sorprendida.
Como al año siguiente se integro al equipo un nuevo medico, por iba a poder pasar la Nochebuena en casa y mi familia estaba feliz.
Pero yo queria ver si los Lee regresaban, y esta vez me ofreci para cubrir el turno.
A las nueve en punto la pareja aparecio.
Llevaban un bultito entre los brazos, era su nieto recien nacido. Nos abrazamos y el señor Lee me dijo que regresari a verme cada año en Nochebuena y que si no acudia, aquel no habia sido su año.
Trabaje en la sala de urgencias cada 24 de dicienbre durante los siguientes diez años y aunque atendi a personas intocables ninguna como el señor Lee. Cada año a las nueve en punto aparecia.
En total, el señor Lee, su familia y yo pasamos juntos 13 Nochebuenas. Con el tiempo mis compañeros se enteraron de aquel ritual y me relevaban un rato para que yo pudiera convivir un poco con el señor Lee. El ultimo año que lo vi me regalo una campana de cristal que tenia grabada una sola palabra:
Amistad
El señor Lee murio al año siguiente. Ahora mi familia y yo tocamos esa campana a las nueve de la nache en punto y brindamos por el hombre que jamas se olvido de volver
Era una situacion ingrata.
A las nueve de la noche llego una ambulancia con un hombre de unos 65 años, palido muy asustado que estaba sufriendo un infarto.
En aquel tiempo-principios de los 80-pocos hospitales contaban con farmacos para deshacer coagulos. Aunque la condicion de aquel paciente no era estable, hice mi mejor esfuerzo y resistio, finalmente lo trasladamos a la unidad de terapi intensiva.
Al otro dia, antes de marcharme a casa, pase a verlo y estaba dormido.
A diferencia de otros medicos, los de urgencias tenemos poco trato con los pacientes. Es comun que tengan miedo y algunos reaccionen con enojo ante el simple hecho de que los atendamos. Pasan por nuestras manos y luego se los llevan, rara vez les vemos de nuevo.
Al año siguiente tuve que volver a hacer guardia en Nochebuena.
A las nueve en punto me avisaron que en recepcion habia un hombre que queria hablar conmigo. cuando me acerque me dijo:
Soy el señor Lee. Quiza no me recuerde, pero la Nochebuena del año pasado usted me salvo la vida. Gracias por el año que me regalo. Su esposa y el me abrazaron, me dieron un pequeño obsequio y se marcharon.
Me quede muy sorprendida.
Como al año siguiente se integro al equipo un nuevo medico, por iba a poder pasar la Nochebuena en casa y mi familia estaba feliz.
Pero yo queria ver si los Lee regresaban, y esta vez me ofreci para cubrir el turno.
A las nueve en punto la pareja aparecio.
Llevaban un bultito entre los brazos, era su nieto recien nacido. Nos abrazamos y el señor Lee me dijo que regresari a verme cada año en Nochebuena y que si no acudia, aquel no habia sido su año.
Trabaje en la sala de urgencias cada 24 de dicienbre durante los siguientes diez años y aunque atendi a personas intocables ninguna como el señor Lee. Cada año a las nueve en punto aparecia.
En total, el señor Lee, su familia y yo pasamos juntos 13 Nochebuenas. Con el tiempo mis compañeros se enteraron de aquel ritual y me relevaban un rato para que yo pudiera convivir un poco con el señor Lee. El ultimo año que lo vi me regalo una campana de cristal que tenia grabada una sola palabra:
Amistad
El señor Lee murio al año siguiente. Ahora mi familia y yo tocamos esa campana a las nueve de la nache en punto y brindamos por el hombre que jamas se olvido de volver