PUENTES
De noche, cuando la ciudad se esconde dentro de ella misma,
y llueve, y está desierta, y nadie la atraviesa,
sales a pasear e incansablemente la recorres,
arriba y abajo, sin tregua,
enfilando toda calle que se te ofrece
y apedazando en el recuerdo
hilachos de otras vueltas,
pues las ciudades estan hechas para adentrarse,
para pasearlas a fondo, como un cuerpo,
pero entonces uno se da cuenta que ésta
-desierta, cerrada, silenciosa-
no es sino una serie de puentes y pasos
que nos llevan, absurdamente, de un lugar a otro,
sin destino final.
Aquí, el centro es una entelequia.
Ésta es la ciudad de los insomnes,
de los que llevan el centro dentro de sí.
Y ahora, cuando te hayas dado cuenta de éso,
vuelve a casa y deja que el sueño te venza,
peligroso caminante de ti mismo
que pasas las horas persiguiéndote
por las calles extrañas de una ciudad que no es la tuya.
De noche, cuando la ciudad se esconde dentro de ella misma,
y llueve, y está desierta, y nadie la atraviesa,
sales a pasear e incansablemente la recorres,
arriba y abajo, sin tregua,
enfilando toda calle que se te ofrece
y apedazando en el recuerdo
hilachos de otras vueltas,
pues las ciudades estan hechas para adentrarse,
para pasearlas a fondo, como un cuerpo,
pero entonces uno se da cuenta que ésta
-desierta, cerrada, silenciosa-
no es sino una serie de puentes y pasos
que nos llevan, absurdamente, de un lugar a otro,
sin destino final.
Aquí, el centro es una entelequia.
Ésta es la ciudad de los insomnes,
de los que llevan el centro dentro de sí.
Y ahora, cuando te hayas dado cuenta de éso,
vuelve a casa y deja que el sueño te venza,
peligroso caminante de ti mismo
que pasas las horas persiguiéndote
por las calles extrañas de una ciudad que no es la tuya.