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Acaricié tu cuerpo de guitarra
para escuchar la hermosa melodía
que brotaba risueña de tu boca;
templé las trenzas rubias de tu pelo
y comenzó un concierto entre los dos.
Se escucharon campanas y guirnaldas,
fuentes de blancas sales esparcidas
recorriendo las piernas enredadas,
el sudor se mezclaba en nuestros pechos
unidos que sintieron el calor,
el pálpito caliente, los latidos
acompasados, toda la gozosa
melodía, la música del cuerpo.
Nos amamos querida, nos amamos
ofreciendo un romántico concierto,
respirando gemidos placenteros
aquella dulce noche inolvidable
que te escuché decir: ¡Te quiero amor!
Fueron una plegaria tus palabras,
un salmo, un miserere embriagador,
una orquesta, una mágica cantata
al sentir en mi mente los destellos
celestes, que brotaron con ternura
de los pétalos rojos de tu boca,
de tus dedos sensuales extendidos
formando corazones en mi piel
abrazando mi cuerpo dibujado
por tu suave sonrisa enamorada.
Cuánto te quiero amor, cuánto te quiero
repito cada nueva madrugada
contemplando en tus ojos dos luceros
mientras cubro tu cuerpo aún desnudo
con las cálidas sábanas revueltas
para escuchar la hermosa melodía
que brotaba risueña de tu boca;
templé las trenzas rubias de tu pelo
y comenzó un concierto entre los dos.
Se escucharon campanas y guirnaldas,
fuentes de blancas sales esparcidas
recorriendo las piernas enredadas,
el sudor se mezclaba en nuestros pechos
unidos que sintieron el calor,
el pálpito caliente, los latidos
acompasados, toda la gozosa
melodía, la música del cuerpo.
Nos amamos querida, nos amamos
ofreciendo un romántico concierto,
respirando gemidos placenteros
aquella dulce noche inolvidable
que te escuché decir: ¡Te quiero amor!
Fueron una plegaria tus palabras,
un salmo, un miserere embriagador,
una orquesta, una mágica cantata
al sentir en mi mente los destellos
celestes, que brotaron con ternura
de los pétalos rojos de tu boca,
de tus dedos sensuales extendidos
formando corazones en mi piel
abrazando mi cuerpo dibujado
por tu suave sonrisa enamorada.
Cuánto te quiero amor, cuánto te quiero
repito cada nueva madrugada
contemplando en tus ojos dos luceros
mientras cubro tu cuerpo aún desnudo
con las cálidas sábanas revueltas
