
Cuenta la leyenda, que en un lugar de la maragatería hubo una vez una dama que vivía en la Torre de los Osorio. La joven dama, hija del Señor de Turienzo, acudía, acompañada de sus criadas, a una laguna cercana al lugar, y una de tantas veces,… aconteció que, como si de una ensoñación se tratase, apareció un apuesto caballero templario que daba de beber a su hermoso corcel.
La muchacha quedó prendada de su belleza y hombría y fue tal la intensidad de su pasión, que le espiaba y buscaba entre la vegetación mientras algunas de sus criadas llevaban, de su parte, mensajes cargados de amor…
Pero aquel amor juvenil no fue correspondido, y ante tal realidad, la desesperación condujo a la doncella a utilizar otras artes diferentes a las naturales.
Embrujada por una pasión sin límite, con desespero y deseo, la joven desafió cielo y tierra y preparó una poción con agua bendita del santuario de la Encina de Ponferrada y un polvo misterioso, que sacó de un anillo, para encandilar al caballero templario del que se había enamorado,…
Y fue así como, un día, cuando el caballero volvió al lago a apaciguar la sed de su caballo, la mujer le ofreció saciar su propia sed con un brebaje que en seguida surtió efecto y el muchacho quedó perdidamente enamorado…
Mas un amor que no nace como debe, siempre tiene una sombra que le persigue, y así, embrujado por una pasión sin límite, decidió el caballero robar objetos sagrados de la iglesia de Turienzo para escapar con su amada, mas cuando se disponían a partir, el Maestre de la Orden los descubrió y detuvo con un encantamiento que los convirtió en piedra negra durante un milenio.
Desde entonces, sus cuerpos, presos en una piedra de la Catedral de León, se contorsionan esperando ser liberados la noche que cumpla los mil años del maleficio, una noche cualquiera, mil años después de aquel 1258…
La muchacha quedó prendada de su belleza y hombría y fue tal la intensidad de su pasión, que le espiaba y buscaba entre la vegetación mientras algunas de sus criadas llevaban, de su parte, mensajes cargados de amor…
Pero aquel amor juvenil no fue correspondido, y ante tal realidad, la desesperación condujo a la doncella a utilizar otras artes diferentes a las naturales.
Embrujada por una pasión sin límite, con desespero y deseo, la joven desafió cielo y tierra y preparó una poción con agua bendita del santuario de la Encina de Ponferrada y un polvo misterioso, que sacó de un anillo, para encandilar al caballero templario del que se había enamorado,…
Y fue así como, un día, cuando el caballero volvió al lago a apaciguar la sed de su caballo, la mujer le ofreció saciar su propia sed con un brebaje que en seguida surtió efecto y el muchacho quedó perdidamente enamorado…
Mas un amor que no nace como debe, siempre tiene una sombra que le persigue, y así, embrujado por una pasión sin límite, decidió el caballero robar objetos sagrados de la iglesia de Turienzo para escapar con su amada, mas cuando se disponían a partir, el Maestre de la Orden los descubrió y detuvo con un encantamiento que los convirtió en piedra negra durante un milenio.
Desde entonces, sus cuerpos, presos en una piedra de la Catedral de León, se contorsionan esperando ser liberados la noche que cumpla los mil años del maleficio, una noche cualquiera, mil años después de aquel 1258…