Ya no mana la fuente, se agotó el manantial;
ya el viajero allí nunca va su sed a apagar.
Ya no brota la yerba, ni florece el narciso,
ni en los aires esparcen su fragancia los lirios.
Sólo el cauce arenoso de la seca corriente
le recuerda al sediento el horror de la muerte.
¡Mas no importa! A lo lejos otro arroyo murmura
donde humildes violetas el espacio perfuman.
Y de un sauce el remaje, al mirarse en las ondas,
tiene en torno del agua su fresquisima sombra.
El sediento viajero que el camino atraviesa
humedece los labios en la linfa serena
del arroyo que el árbol con sus ramas sombrea,
y dichoso se olvida de la fuente ya seca.
ya el viajero allí nunca va su sed a apagar.
Ya no brota la yerba, ni florece el narciso,
ni en los aires esparcen su fragancia los lirios.
Sólo el cauce arenoso de la seca corriente
le recuerda al sediento el horror de la muerte.
¡Mas no importa! A lo lejos otro arroyo murmura
donde humildes violetas el espacio perfuman.
Y de un sauce el remaje, al mirarse en las ondas,
tiene en torno del agua su fresquisima sombra.
El sediento viajero que el camino atraviesa
humedece los labios en la linfa serena
del arroyo que el árbol con sus ramas sombrea,
y dichoso se olvida de la fuente ya seca.