Primera voz
.
Las ondas tienen vaga armonía,
Las violetas suave olor,
brumas de plata la noche fría,
luz y oro el día,
yo algo mejor;
¡yo tengo Amor!
.
Segunda voz
.
Aura de aplausos, nube radiosa,
ola de envidia que besa el pie.
Isla de sueños donde reposa
el alma ansiosa.
¡Dulce embriaguez
la Gloria es!
.
Tercera voz
.
Ascua encendida es el tesoro,
sombra que huye la vanidad.
Todo es mentira: la gloria, el oro.
Lo que yo adoro
sólo es verdad;
¡la Libertad!
.
Así los barqueros pasaban cantando
la eterna canción
y al golpe del remo saltaba la espuma
y heríala el sol.
.
¿Te embarcas?, gritaban, y yo sonriendo
les dije al pasar:
Yo ya me he embarcado; por señas que aún tengo
la ropa en la playa tendida a secar.
.
.
Fatigada del baile,
encendido el color, breve el aliento,
apoyada en mi brazo
del salón se detuvo en un extremo.
.
Entre la leve gasa
que levantaba el palpitante seno,
una flor se mecía
en compasado y dulce movimiento.
.
Como en cuna de nácar
que empuja el mar y que acaricia el céfiro,
dormir parecía al blando
arrullo de sus labios entreabiertos.
.
¡Oh!, ¡quién así, pensaba,
dejar pudiera deslizarse el tiempo!
¡Oh!, si las flores duermen,
qué dulcísimo sueño!
.
.
Las ondas tienen vaga armonía,
Las violetas suave olor,
brumas de plata la noche fría,
luz y oro el día,
yo algo mejor;
¡yo tengo Amor!
.
Segunda voz
.
Aura de aplausos, nube radiosa,
ola de envidia que besa el pie.
Isla de sueños donde reposa
el alma ansiosa.
¡Dulce embriaguez
la Gloria es!
.
Tercera voz
.
Ascua encendida es el tesoro,
sombra que huye la vanidad.
Todo es mentira: la gloria, el oro.
Lo que yo adoro
sólo es verdad;
¡la Libertad!
.
Así los barqueros pasaban cantando
la eterna canción
y al golpe del remo saltaba la espuma
y heríala el sol.
.
¿Te embarcas?, gritaban, y yo sonriendo
les dije al pasar:
Yo ya me he embarcado; por señas que aún tengo
la ropa en la playa tendida a secar.
.
.
Fatigada del baile,
encendido el color, breve el aliento,
apoyada en mi brazo
del salón se detuvo en un extremo.
.
Entre la leve gasa
que levantaba el palpitante seno,
una flor se mecía
en compasado y dulce movimiento.
.
Como en cuna de nácar
que empuja el mar y que acaricia el céfiro,
dormir parecía al blando
arrullo de sus labios entreabiertos.
.
¡Oh!, ¡quién así, pensaba,
dejar pudiera deslizarse el tiempo!
¡Oh!, si las flores duermen,
qué dulcísimo sueño!
.