"Un domingo, yendo a misa,
encontróme y encontréla:
me encontré con la Serrana,
que era de Sierra Morena,
y me agarró de la mano,
me llevo para su cueva;
cuanto más arriba iba
más me aprieta la muñeca.
Y al entrar en su cueva
yo una mala seña viera;
atrevíme y preguntéle:
– ¿Que es aquello que allí cuelga?
–Son cabezas de hombre,
que yo he matado en mi cueva;
lo mismo he de hacer contigo,
cuando mi voluntad sea.
Serrana atizó la lumbre,
dio una vuelta por la sierra,
de palomas y pichones
trajo la morrala llena;
las palomas para mí,
los pichones para ella.
Serrana hizo la cama
para descansar en ella;
entre colchón y colchón
puñales de oro metiera.
–Esta cama, gran villano,
no es al uso de tu tierra,
que estas son pillejas de oso,
con pillejas de rapiega.
La Serrana se acostó
y un dulce sueño le diera.
Cuando la Serrana ‘espierta,
lleva andando legua y media;
maldice el pan, maldice el vino,
la madre que la pariera,
también maldició sus ojos
por qu’aquel sueño durmiera.
Garró la fronda en la mano
y se puso a tirar piedras;
las tira de teso en teso,
las tira de sierra en sierra.
La primera que tiró,
le derribó la montera.
– ¡Ay, vuelve atrás, gran villano,
que te queda la montera!
–La montera es de rempaño,
pero, aunque fuera de seda,
¡Dios no me diera pa otra
que yo por esa volviera!
–Por Dios te pido, villano,
que no sea descubierta.
–Descubierta no, señora,
hasta la primera venta.
Llegó a la primera venta
y dio parte a la ventera.
–Vayan matar la Serrana,
que queda en Sierra Morena,
que tiene mas hombres muertos
que aposean por la tierra.
Fueron siete justicias
y a todas dio muerte eterna;
sólo un chico de quince años,
que en los cabellos se enriestra
y con un cuchillo de oro
el corazón le atraviesa.
Cada pie pesa una arroba,
cada mano arroba y media
encontróme y encontréla:
me encontré con la Serrana,
que era de Sierra Morena,
y me agarró de la mano,
me llevo para su cueva;
cuanto más arriba iba
más me aprieta la muñeca.
Y al entrar en su cueva
yo una mala seña viera;
atrevíme y preguntéle:
– ¿Que es aquello que allí cuelga?
–Son cabezas de hombre,
que yo he matado en mi cueva;
lo mismo he de hacer contigo,
cuando mi voluntad sea.
Serrana atizó la lumbre,
dio una vuelta por la sierra,
de palomas y pichones
trajo la morrala llena;
las palomas para mí,
los pichones para ella.
Serrana hizo la cama
para descansar en ella;
entre colchón y colchón
puñales de oro metiera.
–Esta cama, gran villano,
no es al uso de tu tierra,
que estas son pillejas de oso,
con pillejas de rapiega.
La Serrana se acostó
y un dulce sueño le diera.
Cuando la Serrana ‘espierta,
lleva andando legua y media;
maldice el pan, maldice el vino,
la madre que la pariera,
también maldició sus ojos
por qu’aquel sueño durmiera.
Garró la fronda en la mano
y se puso a tirar piedras;
las tira de teso en teso,
las tira de sierra en sierra.
La primera que tiró,
le derribó la montera.
– ¡Ay, vuelve atrás, gran villano,
que te queda la montera!
–La montera es de rempaño,
pero, aunque fuera de seda,
¡Dios no me diera pa otra
que yo por esa volviera!
–Por Dios te pido, villano,
que no sea descubierta.
–Descubierta no, señora,
hasta la primera venta.
Llegó a la primera venta
y dio parte a la ventera.
–Vayan matar la Serrana,
que queda en Sierra Morena,
que tiene mas hombres muertos
que aposean por la tierra.
Fueron siete justicias
y a todas dio muerte eterna;
sólo un chico de quince años,
que en los cabellos se enriestra
y con un cuchillo de oro
el corazón le atraviesa.
Cada pie pesa una arroba,
cada mano arroba y media