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PUENTE ALMUHEY: Históricos anónimos...

Históricos anónimos

El mendigo que asistió a su misa de funeral; el primer ganador del concurso de Mister Universo por Francia y era de Puente Almuhey; el soldado que tomó Perejil y quedó cojo y olvidado en la cuneta de una historia que se vendió sin ningún contratiempo; el poeta que fue Premio Nacional sin haber publicado y sin saberlo él; el editor que se salvo de la quema publicando las esquela de su mujer; el cura que habla un día sí y otro no y no baja a ver al obispo porque hay la misma distancia de su pueblo al Palacio Episcopal que del Palacio a su pueblo; el obispo que fue el cura más joven del mundo y tiene otros cuatro hermanos sacerdotes; el inventor que sabe cómo se puede acabar con los fuegos y el que dice tener la pócima que libraría a las piedras de la Catedral de León del cáncer de las mata; la primera mujer banquero; el hombre que vivió diez años enterrado en vida en el corral de su casa; pilotos de todas las guerras; el diabético que se tenía que haber muerto pues nunca se puso insulina pero que todavía vive; el niño ruso que sí vive en el Curueño; las mineras negras del carbón, las amarillas del del oro y las brillantes de la pizarra; el manco al que le comió la mano el burro y se quedó solo en el pueblo porque el agua de León le da catarro; la primera taxista de España; la madre que crió 27 hijos; los niños sabios de Cesta y Puntos; la niña solidaria de Operación Plus Ultra; los que pidieron la caravana de mujeres de Truchas; el inventor del barco sin timón que sólo vio tres veces el mar; los que cruzaron el charco y volvieron en ‘aiga’, los que no volvieron; el curandero que ‘cura maricones’ (sic), los que lo curan todo, los médicos a caballo; el ventero al que mataron mal las dos veces y ahora camina vivo hacia los cien; dos bandoleros a los que les faltan dos dedos; el hombre que vivió en un OVNI, el peluquero que busca seres de otros mundos mientras corta el pelo a los de este; un jubilado de RENFE que se dio cuenta de mayor que era extraterrestre; un telepredicador y productor de culebrones en Estados Unidos que paga lo que sea para ser pasajero del primer vuelo que sale del aeropuerto de León: el último bohemio que coge un taxi para ir al bar de la esquina; el cerillero ladrón; Carreto, que sí existió; los muertos y los que mataron, la mujer descuartizada; inventores del lenguaje, académicos de lo popular; un domador de gallos y cerdos, un gallo que juega al fútbol... o lo que es lo mismo.

‘Campolongo’, Chapolines, Antonio El Rudo, el poeta Basilio, don Malaquías el de Rucayo, Joaquín el pobre, El Manitas, Nicolás el enano, El Charla, Chistófano, la hermana de Gorete, El Topo de La Mata, Tonchi, el decano del crimen, el tío Belarmino hijo del tío Isidro el ratonero, don Pablo, Sergio el de Odollo y los enredabailes como Juan Pijón, Mel Cast, doña Catalina Fernández Llamazares, El Agraciado, Arsenio El Niño de la Guerra, Abelardo el de Cunas, El Melladín de Pedrosa, El Cainejo y Lueje, Piedad Álvarez La Peñina, Calata, Ataulfo y Chuchi, cara y cruz, Juan El Hojalatero y la perra Cucú y tantos otros que han escrito en los surcos que en su cara aró el tiempo su propia novela.

No queremos contar todas las novelas que son las vidas de muchos leoneses singulares (no tendríamos espacio y necesitaríamos siete vidas cada uno para hacerlo), pero sí pretendemos decir que ahí están o han estado pues muchos de ellos han tenido la habitual desgracia entre los de su género de que, la primera vez que su nombre apareció en las páginas de los periódicos, ha sido en la nada deseable sección de esquelas.

Por estas páginas sólo van a desfilar unos pocos, agrupados en colectivos por lo que los que sí están se convierten en representantes de todos los demás. La dedicatoria de este trabajo es inevitable, «a todos los que no están y deberían haber estado».

Para que algún día estén.