Este viento que ahora
amanece
me ha traído los recuerdos
dormidos
que habitan donde descansan
los sueños.
Sueños de antaño
que se fueron rezagando
cuando avanzaron los años
y temerosos se agazaparon
esperando otro tiempo
esperando la llegada
de este viento que ahora, por fin, amanece.
Recuerdo
cómo la lluvia fresca
de aquella lejana
tarde de agosto
regaba mis huellas descalzas
que solitarias paseaban
junto a la orilla de aquel río
en el que tantos veranos
nos bañamos
en el que tantas veces
pescamos
peces, decía yo
sueños, respondías tú
¿Sueños? repetía…,
sin entender entonces
a qué te referías.
Mi caña siempre presta
con su sedal, su anzuelo,
su flotador y su cebo
aguardando impaciente a su presa
tu paciente caña embutida en la blanca
arena de la orilla
y su colorida boya a merced
de la corriente danzando alegre
bajo las entresombras y entresoles
de los sauces, álamos y endrinos
que se reflejaban sobre las aguas mansas
sobre las aguas bravas.
Aprendí a pescar peces
aunque pocas veces cobré piezas
me enseñaste a pescar sueños
y guardarlos en mi morral
en espera de otro tiempo
usando como cebos
la paciencia, la templanza y la verdad.
Me enseñaste tantas cosas
abuelo
unas a conciencia
otras sin saberlo
cuando hablabas
cuando escribías
cuando recitabas
cuando te subías a los escenarios
e inundabas sus aires
representando mil y un personajes
me enseñaste de la vida
cuando vivías
y aprendí de la muerte
cuanto te fuiste.
Subiste a tu barca
y te vi partir desde esta orilla
he lanzado mi caña
a las bravas aguas de la vida
y no me he cobrado un sueño
tan solo he pescado tu recuerdo.
amanece
me ha traído los recuerdos
dormidos
que habitan donde descansan
los sueños.
Sueños de antaño
que se fueron rezagando
cuando avanzaron los años
y temerosos se agazaparon
esperando otro tiempo
esperando la llegada
de este viento que ahora, por fin, amanece.
Recuerdo
cómo la lluvia fresca
de aquella lejana
tarde de agosto
regaba mis huellas descalzas
que solitarias paseaban
junto a la orilla de aquel río
en el que tantos veranos
nos bañamos
en el que tantas veces
pescamos
peces, decía yo
sueños, respondías tú
¿Sueños? repetía…,
sin entender entonces
a qué te referías.
Mi caña siempre presta
con su sedal, su anzuelo,
su flotador y su cebo
aguardando impaciente a su presa
tu paciente caña embutida en la blanca
arena de la orilla
y su colorida boya a merced
de la corriente danzando alegre
bajo las entresombras y entresoles
de los sauces, álamos y endrinos
que se reflejaban sobre las aguas mansas
sobre las aguas bravas.
Aprendí a pescar peces
aunque pocas veces cobré piezas
me enseñaste a pescar sueños
y guardarlos en mi morral
en espera de otro tiempo
usando como cebos
la paciencia, la templanza y la verdad.
Me enseñaste tantas cosas
abuelo
unas a conciencia
otras sin saberlo
cuando hablabas
cuando escribías
cuando recitabas
cuando te subías a los escenarios
e inundabas sus aires
representando mil y un personajes
me enseñaste de la vida
cuando vivías
y aprendí de la muerte
cuanto te fuiste.
Subiste a tu barca
y te vi partir desde esta orilla
he lanzado mi caña
a las bravas aguas de la vida
y no me he cobrado un sueño
tan solo he pescado tu recuerdo.