Ten cuidado leonesa, en la Fiesta San Juan.-
Bajando la Corredera
te vi la punta del pie,
también te vi la rodilla
esa hermosa pantorrilla
y tu bello peroné.
Ibas de prisa y corriendo
hacia la Plaza de toros,
ibas muy desesperada
como si allí te aguardara
el mejor mozo de todos.
Llevabas pañuelo verde
y sobre él un clavel,
iba tu cabeza tiesa
con donaire y con grandeza
e ibas pensando en Él.
Nunca ames a un torero,
te puede romper el alma,
el desafía a la muerte
y lo hace de tal suerte
que te asombrará su calma.
Pero una tarde cualquiera
y quizá dentro del ruedo,
puede morir en la arena
y una profunda pena
te hará sufrir de miedo.
No te enamores mocita
de el corazón de un torero.
Bajando la Corredera
te vi la punta del pie,
también te vi la rodilla
esa hermosa pantorrilla
y tu bello peroné.
Ibas de prisa y corriendo
hacia la Plaza de toros,
ibas muy desesperada
como si allí te aguardara
el mejor mozo de todos.
Llevabas pañuelo verde
y sobre él un clavel,
iba tu cabeza tiesa
con donaire y con grandeza
e ibas pensando en Él.
Nunca ames a un torero,
te puede romper el alma,
el desafía a la muerte
y lo hace de tal suerte
que te asombrará su calma.
Pero una tarde cualquiera
y quizá dentro del ruedo,
puede morir en la arena
y una profunda pena
te hará sufrir de miedo.
No te enamores mocita
de el corazón de un torero.