Me dicen que hoy comienza el otoño
pero solo recuerdo primaveras
recuerdo campos alfombrados de colores
y cielos azules huérfanos de nubes
sobre mi cabeza
pero no recuerdo cómo son los otoños
sus colores
sus sonidos
el aroma de la brisa entre los árboles.
Cuéntame cómo eran
si me gustaban
háblame de algún otoño
y de sus cielos y de sus nubes
y de cómo eran sus tardes
y de cómo eran sus amaneceres
ya no recuerdo los otoños.
Te gustaban las tardes de octubre
cuando cogida de mi brazo
paseábamos junto a la vereda del río
y los hayas pintaban nuestro cielo
con ocres multicolores
y el sonido de nuestras pisadas
sobre las hojas secas
acompañaban nuestros silencios
acompañaban nuestras conversaciones
acompañaban nuestros sueños.
Recuerdo tu pañuelo de seda
abrazado suave a tu cuello
quedando libres sus extremos para juguetear
las tardes en las que nos acompañaba el viento
y tú sonreías intentando atraparlo
mientras yo te miraba
¡Revoltoso viento! –decías–
y ambos sonreíamos cómplices del juego.
Han sido muchos otoños
pero yo te los traeré
amor
y juntos los viviremos de nuevo
y caminaremos desde esta habitación
hacia la vereda que prometió guardar
nuestras huellas hasta nuestro regreso.
Nos sentábamos
sobre el viejo tronco caído
tantas veces testigo de nuestras palabras de amor
cuando cogido de tu cintura
te susurraba infinitos ‘te quiero’
mientras tu mirada respondía en silencio
sellando con tus labios los míos.
Te quiero, decían
como ahora lo siguen diciendo
cuando me miran.
Te traeré las tardes y los amaneceres
te traeré otoños e inviernos
te traeré primaveras y veranos
te mostraré las noches sin luna
y cogidos de la mano recordaremos
aunque solo sea por un segundo lo que recuerdes
bien habrá merecido la espera.
Cógete ahora de mi brazo
amor
los hayas aguardan nuestra llegada.
pero solo recuerdo primaveras
recuerdo campos alfombrados de colores
y cielos azules huérfanos de nubes
sobre mi cabeza
pero no recuerdo cómo son los otoños
sus colores
sus sonidos
el aroma de la brisa entre los árboles.
Cuéntame cómo eran
si me gustaban
háblame de algún otoño
y de sus cielos y de sus nubes
y de cómo eran sus tardes
y de cómo eran sus amaneceres
ya no recuerdo los otoños.
Te gustaban las tardes de octubre
cuando cogida de mi brazo
paseábamos junto a la vereda del río
y los hayas pintaban nuestro cielo
con ocres multicolores
y el sonido de nuestras pisadas
sobre las hojas secas
acompañaban nuestros silencios
acompañaban nuestras conversaciones
acompañaban nuestros sueños.
Recuerdo tu pañuelo de seda
abrazado suave a tu cuello
quedando libres sus extremos para juguetear
las tardes en las que nos acompañaba el viento
y tú sonreías intentando atraparlo
mientras yo te miraba
¡Revoltoso viento! –decías–
y ambos sonreíamos cómplices del juego.
Han sido muchos otoños
pero yo te los traeré
amor
y juntos los viviremos de nuevo
y caminaremos desde esta habitación
hacia la vereda que prometió guardar
nuestras huellas hasta nuestro regreso.
Nos sentábamos
sobre el viejo tronco caído
tantas veces testigo de nuestras palabras de amor
cuando cogido de tu cintura
te susurraba infinitos ‘te quiero’
mientras tu mirada respondía en silencio
sellando con tus labios los míos.
Te quiero, decían
como ahora lo siguen diciendo
cuando me miran.
Te traeré las tardes y los amaneceres
te traeré otoños e inviernos
te traeré primaveras y veranos
te mostraré las noches sin luna
y cogidos de la mano recordaremos
aunque solo sea por un segundo lo que recuerdes
bien habrá merecido la espera.
Cógete ahora de mi brazo
amor
los hayas aguardan nuestra llegada.