PUENTE ALMUHEY: La comarca golpeada por las muertes del pozo Emilio...

La comarca golpeada por las muertes del pozo Emilio está en plena reserva de la biosfera de la montaña leonesa y basa el 90 % de su economía en la mina
MARILUZ FERREIRO
pola de gordón / enviada especial 01 de noviembre de 2013 05:00
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En la Montaña Central de León temen que tras el carbón solo queden las cenizas. Allí llevan años intentando reavivar rescoldos de un sector que fue polo de atracción de inmigrantes, que dibujó pueblos, que cambió los mapas, que les ha dado sustento desde el siglo XIX. Están instalados en la reconversión permanente, en la lucha continua. Y han sido golpeados por la muerte de seis mineros, víctimas de un escape de grisú. Hasta el obispo de León pidió en la homilía del funeral por los muertos «que el futuro de la minería no se vea afectado por este drama». El 90 % de la actividad económica de este paraíso desconocido, situado en la Cordillera Cantábrica y declarado reserva de la biosfera, sigue dependiendo de lo que sacan de sus entrañas.
«La comarca es inconcebible sin la mina. La mina lo es todo, llevamos ciento veinte años en esto», reconoce Francisco Castañón, el alcalde de Pola de Gordón. La geografía de esta zona, enclavada en la cuenca norte, está marcada por grandes cicatrices: el cauce del río Bernesga, las dentelladas de las minas, y la vía del tren. El tren que llegó para transportar el carbón. Antaño era una tierra de pastores que vivían de las ovejas merinas. Territorio de mastines, de chozos, de trashumancia a Extremadura. Todo cambió cuando los industriales de la siderurgia vasca comenzaron a explotar las reservas de hulla. Ahora alguna vieja señal de tráfico aislada recuerda el peligro de que una vaca llegue a cruzar una carretera estrecha en Llombera.
La mitad de la población
Castañón recuerda que su municipio llegó a tener 8.000 habitantes. Ahora no alcanza los 4.000. Los vecinos son conscientes del declive demográfico, directamente ligado a la crisis del sector y que ha segado una cuarta parte de la población en el conjunto de los ayuntamientos de las cuencas leonesas. Un vecina mira con tristeza un colegio de camino al funeral, en Santa Lucía de Gordón. «Mira qué cole. ¡Qué pena! Vacío», lamenta. Las aulas de los centros de las Carmelitas y los Maristas están vacías. El pasado curso fue el último. Llegaron a sumar seiscientos alumnos. Cuando cerraron había matriculados solo unos setenta.
La minería se ahoga y, con ella, los pueblos que la convirtieron en su razón de ser. Ahora España importa cantidades ingentes de mineral de países como Indonesia, donde las exigencias en materia de seguridad son menores. La Unión Europa decidió no prolongar las ayudas a las minas de carbón no competitivas hasta el 2018. Los países están obligados a ir reduciendo los subsidios. La llama del carbón se va apagando. «Un accidente así siempre es una tragedia, pero ha ocurrido en un momento malísimo, malísimo», apunta un minero que trabaja en el pozo Emilio. No quiere que sea una excusa para justificar los ajustes.
Incluso Castañón, del PP, reconoce «la política nefasta del Ministerio de Industria en el arranque de esta legislatura». Espera que las cosas cambien «con el nuevo secretario de Estado» y sostiene que luchará por la mina «hasta el fin». Asegura que tiene que haber vida más allá del 2018 para las empresas que demuestren su viabilidad.
Buscan alternativas
En Gordón buscan alternativas, como el turismo rural. Se mira en el espejo de la cuenca asturiana, colabora con Allariz con un programa que intenta darle cabida laboral a la mujer en el ámbito rural. Hay emprendedores que optan por caminos diferentes, la miel, las setas, la patata. Pero la mina pesa porque lo fagocita todo. El lunes, para seis mineros fue la muerte. Para todos los demás es la vida.