Ya no lloran los sauces
a la orilla de los arroyos
ni tan siquiera el viento
recorta la silueta de las nubes
que anárquicas difuminan el cielo.
Ya no ladran los perros
con el tañer de una campaña
ni tan siquiera niños y niñas
juegan en el parque
que solitario descansa junto a la ermita.
Ya no vuelan las golondrinas
buscando balcones donde anidar
ni tan siquiera las estrellas
iluminan lejanas la noche
que en silencio duerme tras la tormenta
Ya nada es como antaño era
en las tierras de mi tierra
tan solo hay silencio en los caminos
y en los valles y en las cumbres
y en los neveros y en las cuevas.
Ya no hay ancianos en la plaza
contando historias de su tierra
ni rumores de fuente de cuatro caños
que acompañe en las tardes de verano
el monótono canto de la cigarra.
Ya se aventaron los vientos
borrando recuerdos escritos
por aquellos cuyas lágrimas
regaron las tierras de mi tierra
aún hay tiempo
el sol tan solo observa desde lo alto
mientras el hombre miente.
Jose Manuel Contreras
a la orilla de los arroyos
ni tan siquiera el viento
recorta la silueta de las nubes
que anárquicas difuminan el cielo.
Ya no ladran los perros
con el tañer de una campaña
ni tan siquiera niños y niñas
juegan en el parque
que solitario descansa junto a la ermita.
Ya no vuelan las golondrinas
buscando balcones donde anidar
ni tan siquiera las estrellas
iluminan lejanas la noche
que en silencio duerme tras la tormenta
Ya nada es como antaño era
en las tierras de mi tierra
tan solo hay silencio en los caminos
y en los valles y en las cumbres
y en los neveros y en las cuevas.
Ya no hay ancianos en la plaza
contando historias de su tierra
ni rumores de fuente de cuatro caños
que acompañe en las tardes de verano
el monótono canto de la cigarra.
Ya se aventaron los vientos
borrando recuerdos escritos
por aquellos cuyas lágrimas
regaron las tierras de mi tierra
aún hay tiempo
el sol tan solo observa desde lo alto
mientras el hombre miente.
Jose Manuel Contreras