Afortunada la mirada
que descubre en el espejo
las huellas de una vida
sin importarle las cicatrices
que adornan su piel
testigos mudos y silenciosos
del paso de una primavera tras otra
de amaneceres y atardeceres
que han acompañado su camino.
Afortunada la mirada
que descubre en el mirar de sus ojos
la juventud de aquellos años
que lejanos ya quedaron
pero siguen iluminando
como iluminan las estrellas
en las noches de Luna Nueva
cuando los otoños regalan su presencia
alfombrando caminos con su pasado.
Afortunada la mirada
que descubre los sueños
en otro tiempo soñados
en otro tiempo vividos
manteniendo las ilusiones
por alcanzar lo inalcanzable
con tan solo alargar su mano
y acariciar con la punta de sus dedos
los suaves susurros que acerca el viento.
Afortunada la mirada
que se busca en el reflejo
del correr de los arroyos
hasta encontrarse de nuevo
y sonreírse y amarse
como antes lo hacía
siempre los mismos ojos
nunca la misma agua.
José Manuel Contreras
que descubre en el espejo
las huellas de una vida
sin importarle las cicatrices
que adornan su piel
testigos mudos y silenciosos
del paso de una primavera tras otra
de amaneceres y atardeceres
que han acompañado su camino.
Afortunada la mirada
que descubre en el mirar de sus ojos
la juventud de aquellos años
que lejanos ya quedaron
pero siguen iluminando
como iluminan las estrellas
en las noches de Luna Nueva
cuando los otoños regalan su presencia
alfombrando caminos con su pasado.
Afortunada la mirada
que descubre los sueños
en otro tiempo soñados
en otro tiempo vividos
manteniendo las ilusiones
por alcanzar lo inalcanzable
con tan solo alargar su mano
y acariciar con la punta de sus dedos
los suaves susurros que acerca el viento.
Afortunada la mirada
que se busca en el reflejo
del correr de los arroyos
hasta encontrarse de nuevo
y sonreírse y amarse
como antes lo hacía
siempre los mismos ojos
nunca la misma agua.
José Manuel Contreras