Reencontrarnos después de la tormenta
de ese aguacero que nada nos parecía
tan solo un ‘calabobos’ que decían algunos
y que poco a poco, o quizá con demasiada prisa
nos ha ido calando a todos.
El cielo que cubre nuestra frágil seguridad
nuestro ansiado y deseado ‘estado de confort’
que creíamos protector de nuestro futuro
empezó a colmarse de nubes grises
que amenazantes llegaban a todas latitudes.
El miedo empezó a extenderse oscureciendo
nuestras esperanzas y nuestros sueños
a la misma velocidad con la que las sombras
ensombrecen caminos y veredas
en esos cortos días de otoño
cuando el sol en todo lo alto busca inexorable
la noche en su Poniente.
La soledad acompañó nuestros días
y la silenciosa muerte de muchos de aquellos
que lo dieron todo en un tiempo
en el que nada había y la vida era un vaivén
de suertes y desventuras
se extendió sin conocer fronteras
sin distingo de poderosos o pobres
pues todos somos iguales cuando la parca
decide salirnos al encuentro.
Mas siempre amanece de nuevo
siempre regresa la vida
allá donde la muerte creyó dejar su huella
todo regresa como en un círculo
que desconoce su fin y su principio.
Regresamos porque queremos hacerlo
regresamos porque necesitamos hacerlo
y reencontrarnos con aquellos a los que amamos
con aquellos cuyos corazones ansían de nuevo el encuentro;
nada tendría sentido alguno si no necesitásemos
de las miradas que siempre nos han mirado
de las manos que siempre nos han acariciado
de los brazos que siempre nos han abrazado
de las palabras que siempre nos han consolado.
Reencontrarnos
siempre reencontrarnos
con la precaución y el cuidado
que guarda aquel que se mojó en la tormenta
pues las nubes no se han marchado
por muy azul que ahora veamos nuestro cielo
tan solo fueron al reencuentro de otras nubes
y todas juntas tal vez regresen
no sé si traerán lluvia
pero sé y bien que sé
que todo regresa de nuevo
las nubes sin ninguna duda
pero también los reencuentros.
José Manuel Contreras
de ese aguacero que nada nos parecía
tan solo un ‘calabobos’ que decían algunos
y que poco a poco, o quizá con demasiada prisa
nos ha ido calando a todos.
El cielo que cubre nuestra frágil seguridad
nuestro ansiado y deseado ‘estado de confort’
que creíamos protector de nuestro futuro
empezó a colmarse de nubes grises
que amenazantes llegaban a todas latitudes.
El miedo empezó a extenderse oscureciendo
nuestras esperanzas y nuestros sueños
a la misma velocidad con la que las sombras
ensombrecen caminos y veredas
en esos cortos días de otoño
cuando el sol en todo lo alto busca inexorable
la noche en su Poniente.
La soledad acompañó nuestros días
y la silenciosa muerte de muchos de aquellos
que lo dieron todo en un tiempo
en el que nada había y la vida era un vaivén
de suertes y desventuras
se extendió sin conocer fronteras
sin distingo de poderosos o pobres
pues todos somos iguales cuando la parca
decide salirnos al encuentro.
Mas siempre amanece de nuevo
siempre regresa la vida
allá donde la muerte creyó dejar su huella
todo regresa como en un círculo
que desconoce su fin y su principio.
Regresamos porque queremos hacerlo
regresamos porque necesitamos hacerlo
y reencontrarnos con aquellos a los que amamos
con aquellos cuyos corazones ansían de nuevo el encuentro;
nada tendría sentido alguno si no necesitásemos
de las miradas que siempre nos han mirado
de las manos que siempre nos han acariciado
de los brazos que siempre nos han abrazado
de las palabras que siempre nos han consolado.
Reencontrarnos
siempre reencontrarnos
con la precaución y el cuidado
que guarda aquel que se mojó en la tormenta
pues las nubes no se han marchado
por muy azul que ahora veamos nuestro cielo
tan solo fueron al reencuentro de otras nubes
y todas juntas tal vez regresen
no sé si traerán lluvia
pero sé y bien que sé
que todo regresa de nuevo
las nubes sin ninguna duda
pero también los reencuentros.
José Manuel Contreras