
sentía diferente
al resto de los mortales
nunca mejor que muchos
nunca peor que pocos
pero no formaba parte
de esa corriente mayoritaria
que abunda el gran caudal de la humanidad
que serpentea sin rumbo ni concierto.
A veces sentía no encajar…,
no encajar en su entorno laboral
o en el de sus amistades comunes
no encajar entre sus vecinos
o entre esas miles de almas
que parecen caminar errantes
arrastrando sus pies y sus sueños
entre el asfalto y las aceras.
Otras veces sentía ausentarse…,
ausentarse de conversaciones vacías
que solo sirven para llenar silencios
ausentarse aunque físicamente
permaneciera presente sin sentir
que todo a su alrededor albergaba
una compañía que pocas veces podía percibir
y cuando lo conseguía
sentía la nada bajo sus pies.
Sentía la felicidad
en la inmensidad de la Naturaleza
no importaba si era entre montañas
o a la orilla de fuentes o ríos
no importaba si era en lo alto de una cumbre
o paseando frente al bravo mar
no importaba si era entre viejos bosques
o entre dunas vivas que avanzan sin descanso.
Escuchaba el susurro del viento
ensortijando las ramas de los árboles
meciendo sus hojas,
el resto era silencio
nada existía en derredor,
ni voces
ni ruidos sordos
ni pasos perdidos;
solos el viento,
el bosque,
los árboles
y él.
José Manuel Contreras
al resto de los mortales
nunca mejor que muchos
nunca peor que pocos
pero no formaba parte
de esa corriente mayoritaria
que abunda el gran caudal de la humanidad
que serpentea sin rumbo ni concierto.
A veces sentía no encajar…,
no encajar en su entorno laboral
o en el de sus amistades comunes
no encajar entre sus vecinos
o entre esas miles de almas
que parecen caminar errantes
arrastrando sus pies y sus sueños
entre el asfalto y las aceras.
Otras veces sentía ausentarse…,
ausentarse de conversaciones vacías
que solo sirven para llenar silencios
ausentarse aunque físicamente
permaneciera presente sin sentir
que todo a su alrededor albergaba
una compañía que pocas veces podía percibir
y cuando lo conseguía
sentía la nada bajo sus pies.
Sentía la felicidad
en la inmensidad de la Naturaleza
no importaba si era entre montañas
o a la orilla de fuentes o ríos
no importaba si era en lo alto de una cumbre
o paseando frente al bravo mar
no importaba si era entre viejos bosques
o entre dunas vivas que avanzan sin descanso.
Escuchaba el susurro del viento
ensortijando las ramas de los árboles
meciendo sus hojas,
el resto era silencio
nada existía en derredor,
ni voces
ni ruidos sordos
ni pasos perdidos;
solos el viento,
el bosque,
los árboles
y él.
José Manuel Contreras