Volvió a sentarse esta tarde
frente a la ventana del salón
observando cómo este otoño el parque
su parque
volvía a pintar de ocres los caminos
que sinuosos conducían hasta el estanque
donde los sauces acariciaban el agua
con sus ramas cuando soplaba el viento.
Este no sería un otoño como otros otoños
sus tardes no volverían a ser las mismas tardes
ni los amaneceres
ni las primaveras
ni los caminos
ni tan siquiera su corazón latiría como antes latía
ni la soledad sería la misma soledad
que cuando ella salía de casa
para ir al trabajo o a sus tareas
o de paseo con sus amigas de siempre.
Nada volvería a ser
como antes era.
Una mañana ella empezó a sentirse mal.
No será nada se dijo,
pero sentía cómo algo se iba acomodando
inoportuno en su interior;
le dio miedo comentárselo a él
le dio miedo escucharlo de su propia voz
aunque ya se lo susurraba su interior.
Aquella tarde visitaron el hospital
llegaron los dos solos, de la mano
como siempre les gustaba al pasear
entrelazando sus dedos
como se entrelazan las estrellas
con los rayos de luna
cuando decide alumbrarse la noche.
A ella la pasaron a una sala
hacia el interior
mientras él se quedaba con su soledad.
Usted espere aquí, enseguida le informarán.
Escuchó sin escuchar y sin ver
a una voz y a una bata blanca.
Así transcurrió parte de la tarde
sin saber;
así transcurrió toda la noche
sin entender;
así quiso amanecer el día
cuando una bata blanca y una voz
le invitaron a acompañarles
hacia una sala en el interior.
Pensó que algo no iba bien;
pensó que algo no iba;
pensó que algo no;
pensó que algo;
pensó…
No volverá a cruzar sus dedos
con los de ella
como les gustaba hacer
cuando paseaban.
En el recuerdo inmediato
junto con su soledad
frente a la ventana del salón
el último beso cuando sus labios
se volvieron a encontrar
y con sus dedos entrelazados
se dijeron un ‘te amo’ por última vez
antes de que ella cerrara sus ojos
antes de que a él se le escapara una lágrima,
después llegaron muchas más.
Sigue saludando la mañana
junto a una soledad ahora distinta
sigue despidiendo cada noche
escuchando el latido de un corazón
que amó y que aún sigue latiendo
como seguirán los otoños en el parque
José Manuel Contreras
frente a la ventana del salón
observando cómo este otoño el parque
su parque
volvía a pintar de ocres los caminos
que sinuosos conducían hasta el estanque
donde los sauces acariciaban el agua
con sus ramas cuando soplaba el viento.
Este no sería un otoño como otros otoños
sus tardes no volverían a ser las mismas tardes
ni los amaneceres
ni las primaveras
ni los caminos
ni tan siquiera su corazón latiría como antes latía
ni la soledad sería la misma soledad
que cuando ella salía de casa
para ir al trabajo o a sus tareas
o de paseo con sus amigas de siempre.
Nada volvería a ser
como antes era.
Una mañana ella empezó a sentirse mal.
No será nada se dijo,
pero sentía cómo algo se iba acomodando
inoportuno en su interior;
le dio miedo comentárselo a él
le dio miedo escucharlo de su propia voz
aunque ya se lo susurraba su interior.
Aquella tarde visitaron el hospital
llegaron los dos solos, de la mano
como siempre les gustaba al pasear
entrelazando sus dedos
como se entrelazan las estrellas
con los rayos de luna
cuando decide alumbrarse la noche.
A ella la pasaron a una sala
hacia el interior
mientras él se quedaba con su soledad.
Usted espere aquí, enseguida le informarán.
Escuchó sin escuchar y sin ver
a una voz y a una bata blanca.
Así transcurrió parte de la tarde
sin saber;
así transcurrió toda la noche
sin entender;
así quiso amanecer el día
cuando una bata blanca y una voz
le invitaron a acompañarles
hacia una sala en el interior.
Pensó que algo no iba bien;
pensó que algo no iba;
pensó que algo no;
pensó que algo;
pensó…
No volverá a cruzar sus dedos
con los de ella
como les gustaba hacer
cuando paseaban.
En el recuerdo inmediato
junto con su soledad
frente a la ventana del salón
el último beso cuando sus labios
se volvieron a encontrar
y con sus dedos entrelazados
se dijeron un ‘te amo’ por última vez
antes de que ella cerrara sus ojos
antes de que a él se le escapara una lágrima,
después llegaron muchas más.
Sigue saludando la mañana
junto a una soledad ahora distinta
sigue despidiendo cada noche
escuchando el latido de un corazón
que amó y que aún sigue latiendo
como seguirán los otoños en el parque
José Manuel Contreras