Ya no importa cómo estaba hace un año
ya no importa cómo estábamos hace un año,
ni tan siquiera debería importar
cómo estábamos ayer
cómo estaba ayer
y sí preguntarme cómo quiero estar hoy
y cómo me gustaría estar mañana.
No necesito que nadie me diga
lo que puedo y no puedo hacer;
no necesito que nadie me prohíba
entrar o salir de mi casa,
moverme o no moverme de mi ciudad,
o de mi barrio, o de mi pueblo, o de mi aldea;
no necesito imposiciones por una sencilla razón
por una única razón.
Sé lo que debo hacer y no hacer.
Y lo sé porque pienso y razono
sin necesidad de que nadie
lo piense y lo razone por mi;
y lo sé porque no escucho el ruido
que solo crea confusión y desasosiego
orquestado por incompetentes directores
que mueven su desacompasada batuta
frente a unos músicos desalmados
que con sus desafinados instrumentos
desconocen incluso su interesada melodía.
Y lo sé porque aprendí a mirar
y ahora puedo discernir sin duda alguna
la verdadera realidad de cada día
del espejismo que pretenden escenificar
esos malos actores aficionados que deciden
decidir por nosotros sin tan siquiera
haberse aprendido cuál es su papel
en esta tragicomedia que es la vida.
Sé lo que debo hacer
y eso será lo que haga.
La Navidad no necesita ser salvada
por los autoproclamados salvapatrias
porque no está en peligro
y nunca lo ha estado;
la vida es la que necesita ser preservada
de aquellas y de aquellos que deciden
decidiendo ponerla en peligro…
¿Para salvarse?
José Manuel Contreras
ya no importa cómo estábamos hace un año,
ni tan siquiera debería importar
cómo estábamos ayer
cómo estaba ayer
y sí preguntarme cómo quiero estar hoy
y cómo me gustaría estar mañana.
No necesito que nadie me diga
lo que puedo y no puedo hacer;
no necesito que nadie me prohíba
entrar o salir de mi casa,
moverme o no moverme de mi ciudad,
o de mi barrio, o de mi pueblo, o de mi aldea;
no necesito imposiciones por una sencilla razón
por una única razón.
Sé lo que debo hacer y no hacer.
Y lo sé porque pienso y razono
sin necesidad de que nadie
lo piense y lo razone por mi;
y lo sé porque no escucho el ruido
que solo crea confusión y desasosiego
orquestado por incompetentes directores
que mueven su desacompasada batuta
frente a unos músicos desalmados
que con sus desafinados instrumentos
desconocen incluso su interesada melodía.
Y lo sé porque aprendí a mirar
y ahora puedo discernir sin duda alguna
la verdadera realidad de cada día
del espejismo que pretenden escenificar
esos malos actores aficionados que deciden
decidir por nosotros sin tan siquiera
haberse aprendido cuál es su papel
en esta tragicomedia que es la vida.
Sé lo que debo hacer
y eso será lo que haga.
La Navidad no necesita ser salvada
por los autoproclamados salvapatrias
porque no está en peligro
y nunca lo ha estado;
la vida es la que necesita ser preservada
de aquellas y de aquellos que deciden
decidiendo ponerla en peligro…
¿Para salvarse?
José Manuel Contreras