Nunca creyó que le robaran nada
ni la primavera, ni el otoño
ni tan siquiera el invierno
y mucho menos el pasado verano
por más que lo leyera en la prensa
por más que lo escuchase en los medios.
Qué fácil resulta culpar a no sé qué o quién
de las decisiones tomadas a destiempo.
El espejo del baño seguía devolviendo
la misma imagen reflejada
que cuando se miró allá por el mes de marzo,
incluso el espejo del pasillo
y aquel que colgaba de la pared
en el hall de la entrada
mostraban aquello que desde entonces
cada mañana le habían mostrado.
Sin estar convencido de lo que veía
decidió salir a descubrir aquella mañana
que temprano le había levantado.
Dejó que sus pasos le guiaran
sin oponer resistencia alguna
sin pensar hacia dónde iba
tan solo caminaba por el mismo camino
por el que otras mañanas le gustaba caminar.
Sus pasos le condujeron sin descanso
hasta la orilla del lago en el viejo parque,
y allí se detuvo como tantos otros días
lo había hecho cuando conocía su destino
y se miró en sus cristalinas aguas
como nunca antes se había mirado
y en su mirar observó con asombro
lo que nunca antes había observado.
En aquel instante y sobre aquellas aguas
observó reflejado su rostro sereno
en el que las huellas del tiempo pasado
habían escrito lo hasta ahora vivido
sin que nadie le hubiera robado nada
ni el pasado verano, ni el otoño
ni tan siquiera la primavera
y mucho menos este invierno.
Comprobó que nada detuvo el tiempo
comprobó que el tiempo no se detiene
que ningún tiempo es perdido;
entendió entonces las lágrimas por derramar
los abrazos que aguardan guardados
y los adioses que dejó de pronunciar.
Volveré mi rostro a tus aguas,
le prometió en silencio al lago,
cuando el tiempo de nuevo haya pasado,
y desandando sus viejos pasos
regresó ahora hasta su hogar
disfrutando de cada instante
como nunca antes lo había disfrutado
viviendo el tiempo
como nunca antes lo había vivido
José Manuel Contreras
ni la primavera, ni el otoño
ni tan siquiera el invierno
y mucho menos el pasado verano
por más que lo leyera en la prensa
por más que lo escuchase en los medios.
Qué fácil resulta culpar a no sé qué o quién
de las decisiones tomadas a destiempo.
El espejo del baño seguía devolviendo
la misma imagen reflejada
que cuando se miró allá por el mes de marzo,
incluso el espejo del pasillo
y aquel que colgaba de la pared
en el hall de la entrada
mostraban aquello que desde entonces
cada mañana le habían mostrado.
Sin estar convencido de lo que veía
decidió salir a descubrir aquella mañana
que temprano le había levantado.
Dejó que sus pasos le guiaran
sin oponer resistencia alguna
sin pensar hacia dónde iba
tan solo caminaba por el mismo camino
por el que otras mañanas le gustaba caminar.
Sus pasos le condujeron sin descanso
hasta la orilla del lago en el viejo parque,
y allí se detuvo como tantos otros días
lo había hecho cuando conocía su destino
y se miró en sus cristalinas aguas
como nunca antes se había mirado
y en su mirar observó con asombro
lo que nunca antes había observado.
En aquel instante y sobre aquellas aguas
observó reflejado su rostro sereno
en el que las huellas del tiempo pasado
habían escrito lo hasta ahora vivido
sin que nadie le hubiera robado nada
ni el pasado verano, ni el otoño
ni tan siquiera la primavera
y mucho menos este invierno.
Comprobó que nada detuvo el tiempo
comprobó que el tiempo no se detiene
que ningún tiempo es perdido;
entendió entonces las lágrimas por derramar
los abrazos que aguardan guardados
y los adioses que dejó de pronunciar.
Volveré mi rostro a tus aguas,
le prometió en silencio al lago,
cuando el tiempo de nuevo haya pasado,
y desandando sus viejos pasos
regresó ahora hasta su hogar
disfrutando de cada instante
como nunca antes lo había disfrutado
viviendo el tiempo
como nunca antes lo había vivido
José Manuel Contreras