Dice el refranero español
que: “Año de nieves…”
¿Año de bienes?
Me pregunto ojiplático esta mañana
cuando desde mi ventana de invierno
solo se divisa un extenso manto blanco
en el que solitarias farolas y semáforos tricolor
intentan delimitar a duras penas
el discurrir de una calzada de negro asfalto
oculto tan copiosa y cálida nevada.
No es la intención de estos versos
enumerar la cruz de esta “Filomena”
que no es una borrasca cualquiera,
al menos por lo que en estos parajes se refiere,
sino el comprobar y compartir su cara
por fría que se nos pudiera antojar.
No ha hecho falta subir a las montañas
cercanas a esta Capital como en anteriores fechas
en las que la sinrazón y la poca sesera
de algunos y también de algunas
les ha conducido al asalto de esas blancas cumbres
pertrechados con calzado y ropas poco adecuadas
para semejante e irracional empresa
olvidándose como si ya hubiera partido
o hubiera quedado congelada
por estos inesperados fríos
esta pandemia que aún nos asola y nos golpea.
Sí, aún sigue entre nosotros
aunque no podamos verla, ni oírla, ni olerla,
sin intención alguna de marcharse
y a lo que le estamos poniendo poco empeño.
Familias enteras hemos invadido
calles y aceras y parques y jardines
como si no hubiera un mañana
a disfrutar como auténticos infantes
de semejante regalo de la Naturaleza;
esa que nos manifiesta muchas veces
su cansancio y su hastío y su hartazgo
por nuestro hacer y no hacer como si nada sucediera;
esa que nos recuerda que estamos de paso
mientras nos creemos dueños de lo que solo es prestado.
Bienvenidas sean las risas y la algarabía
de pequeños y grandes deslizándose
por inesperadas pistas de recreo
con esos improvisados trineos multicolores
de formas y materiales diversos;
algarabías y risas creando estáticos muñecos blancos
y rechonchos de diferentes alturas y tamaños
con esos brazos que abrazan sin contemplar distancia;
divertidas estrategias y astucias planificando
guerras sin enemigo a la vista
en el que alcanzar el objetivo marcado
con blancos proyectiles sin detonador alguno
es un buen motivo de goce y disfrute
más del que lanza que del que lo recibe.
Despedido ya de aquella forma
el veinte veinte
y recibido de esta manera
el veinte veintiuno
podremos decir que: “ ¿Año de nieves…
Año de bienes?»
José Manuel Contreras
que: “Año de nieves…”
¿Año de bienes?
Me pregunto ojiplático esta mañana
cuando desde mi ventana de invierno
solo se divisa un extenso manto blanco
en el que solitarias farolas y semáforos tricolor
intentan delimitar a duras penas
el discurrir de una calzada de negro asfalto
oculto tan copiosa y cálida nevada.
No es la intención de estos versos
enumerar la cruz de esta “Filomena”
que no es una borrasca cualquiera,
al menos por lo que en estos parajes se refiere,
sino el comprobar y compartir su cara
por fría que se nos pudiera antojar.
No ha hecho falta subir a las montañas
cercanas a esta Capital como en anteriores fechas
en las que la sinrazón y la poca sesera
de algunos y también de algunas
les ha conducido al asalto de esas blancas cumbres
pertrechados con calzado y ropas poco adecuadas
para semejante e irracional empresa
olvidándose como si ya hubiera partido
o hubiera quedado congelada
por estos inesperados fríos
esta pandemia que aún nos asola y nos golpea.
Sí, aún sigue entre nosotros
aunque no podamos verla, ni oírla, ni olerla,
sin intención alguna de marcharse
y a lo que le estamos poniendo poco empeño.
Familias enteras hemos invadido
calles y aceras y parques y jardines
como si no hubiera un mañana
a disfrutar como auténticos infantes
de semejante regalo de la Naturaleza;
esa que nos manifiesta muchas veces
su cansancio y su hastío y su hartazgo
por nuestro hacer y no hacer como si nada sucediera;
esa que nos recuerda que estamos de paso
mientras nos creemos dueños de lo que solo es prestado.
Bienvenidas sean las risas y la algarabía
de pequeños y grandes deslizándose
por inesperadas pistas de recreo
con esos improvisados trineos multicolores
de formas y materiales diversos;
algarabías y risas creando estáticos muñecos blancos
y rechonchos de diferentes alturas y tamaños
con esos brazos que abrazan sin contemplar distancia;
divertidas estrategias y astucias planificando
guerras sin enemigo a la vista
en el que alcanzar el objetivo marcado
con blancos proyectiles sin detonador alguno
es un buen motivo de goce y disfrute
más del que lanza que del que lo recibe.
Despedido ya de aquella forma
el veinte veinte
y recibido de esta manera
el veinte veintiuno
podremos decir que: “ ¿Año de nieves…
Año de bienes?»
José Manuel Contreras