Escucho el monótono golpear
de la lluvia en los cristales
mientras anochece la tarde
y el día se acerca inexorable a su fin.
Las semanas se van sucediendo fugaces
al igual que lo hacen los amaneceres
o las horas muertas o las horas vivas
o los insufribles minutos o los desbocados segundos.
Nada permanece en el presente,
desordenado se amontona en un pasado
que crece a la misma velocidad
con la que se marchita el tiempo.
Mañana regresará un nuevo lunes
que aún está por estrenar,
las rutinas de los laborables serán
las que en otros inicios fueron.
Sin embargo todo será nuevo
todo será igualmente desconocido
para cada uno de los que despertemos
a esta realidad que nos acoge.
Ya no se escucha la lluvia
golpeando monótona en los cristales,
el viento le ha tomado el relevo
silbando ahora una suave melodía.
Siento el sosiego acomodarse a mi lado
reconfortando esta momentánea soledad
permitiéndome disfrutar de un horizonte
que paciente aguarda mi llegada.
Jose Manuel Contreras
de la lluvia en los cristales
mientras anochece la tarde
y el día se acerca inexorable a su fin.
Las semanas se van sucediendo fugaces
al igual que lo hacen los amaneceres
o las horas muertas o las horas vivas
o los insufribles minutos o los desbocados segundos.
Nada permanece en el presente,
desordenado se amontona en un pasado
que crece a la misma velocidad
con la que se marchita el tiempo.
Mañana regresará un nuevo lunes
que aún está por estrenar,
las rutinas de los laborables serán
las que en otros inicios fueron.
Sin embargo todo será nuevo
todo será igualmente desconocido
para cada uno de los que despertemos
a esta realidad que nos acoge.
Ya no se escucha la lluvia
golpeando monótona en los cristales,
el viento le ha tomado el relevo
silbando ahora una suave melodía.
Siento el sosiego acomodarse a mi lado
reconfortando esta momentánea soledad
permitiéndome disfrutar de un horizonte
que paciente aguarda mi llegada.
Jose Manuel Contreras